El territorio comercial intrafronterizo

El territorio comercial intrafronterizo

ADOLFO MORETA FÉLIZ
El día 12 de julio el periódico Hoy publicó una entrevista realizada al primer ministro de Haití Gerard Latortue, donde manifestó «que los dos gobiernos de la isla deben establecer una zona de libre comercio y eliminar el requisito del visado para el tránsito de los ciudadanos hacia ambos países». Lo que quiere decir un intercambio en conexión sin frontera. ¿Fue una informal propuesta en un momento de emotividad o un repentino deseo?

La informal propuesta no es nueva. Y el inicio de un territorio comercial en la frontera ya es viejo. Las declaraciones del doctor Latortue en este neurálgico período para «democratizar y estabilizar» a Haití que lleva a cabo la comunidad internacional, sin que se vislumbre vía de solución en territorio haitiano, tiene muy profunda y compleja lectura si tomamos en cuenta los antecedentes.

El seminario neoyorquino, Listín Usa, en su edición correspondiente a la semana del 25-29 de junio del 1991, en la página 15, reseña la magistral conferencia dictada por el doctor Gerard Latortue frente a la Cámara Americana de Comercio celebrada en el Atlhletic Club, del 180 de Park Central South, siendo Secretario Adjunto de las Naciones Unidas para el desarrollo Industrial (ONUDI). Según la publicación, el entonces influyente funcionario de la ONU, propuso «que la República Dominicana y Haití sean una sola nación… Y que en todas las iniciativas que se vayan a poner en marcha… deberá primar la buena fe dirigida a implementar programas de desarrollo factibles que redunden en beneficio de ambas naciones… en ese aspecto, presentar la isla como una sola República, emprender programas conjuntos de intercambio comercial y desarrollo industrial. Y en lo que se refiere a habitantes, presentar que República Dominicana y Haití es un solo país».

Ese mismo año (1991) se formuló el borrador del Programa Ambiental Transfronterizo de la República Dominicana y Haití, y se le dio apertura al informal intercambio comercial «Ropa Usada por Comida», teniendo como escenario cuatro de los municipio cabecera de provincia de las cinco que colindan con Haití. Así se construyó en la frontera la «economía del pepé». Los efectos del programa son palpables. «La línea de frontera solo existe en la mente de los dominicanos», como dice el economista haitiano Guy Lamothe. Por la vertiginosa dinámica del intercambio en la frontera y la inmensa presencia de haitianos «aplatanados» en forma definitiva en territorio dominicano, podría afirmarse que se lograron los objetivos previstos en la primera etapa del proyecto para crear el territorio comercial intrafronterizo. Ampliar ahora su cobertura territorial, y formalizar mediante «acuerdos de adhesión» el libre tránsito sin frontera, es otra fase con interesantísimas aristas frías y calientes.

Para abrir brechas migratorias hacia los territorios del Este todas las coyunturas y circunstancias son capitalizables. Desde el mismo nacimiento de la República Dominicana, la dirigencia haitiana estableció la estrategia del «uti Possidetis», llevar a cabo graduales asentamientos de sus nacionales en la franja fronteriza dominicana, para luego exigir derecho a suelo por tiempo de ocupación. Por esa razón, la República Dominicana tuvo que vender parte de su territorio en los acuerdos y trazados de la línea fronteriza en 1929 y 1936. Muchos son los que afirman convencidos, que la violenta matanza del 1937 fue ocasionada por la obstinación de los haitianos seguir llevando a cabo la estrategia del «uti possidetis».

La diplomacia haitiana vuelve a demostrar su inteligencia, habilidad, y destreza, para sacar ventajas comerciales, territoriales, y políticas frente a la República Dominicana aprovechando la imposición del nuevo orden global. Estados Unidos impulsa la integración de los pueblos a través del libre comercio. Pero en ninguna región del mundo, la desintegración y refundación de nuevas naciones se ha logrado con TLC, sino mediante inducidos conflictos étnicos o intrafronterizos por derecho de suelo y comida. ¿Cómo será la integración de los pueblos de la Hispaniola? ¿Por «vía suave» o «vía turbulenta entre pobres de un lado contra los pobres del otro»? ¿Cuál es la principal misión del MINUSTAH en Haití? ¿Poner fin a los conflictos políticos y sociales o ayudar a la creación de un territorio de libre comercio intrafronterizo?

El comportamiento y las actuaciones de la Misiones de las Naciones Unida para la Paz en Ruanda; en Timor Oriental; en Los Balcanes, y en otros muchos lugares pueden servir de espejo y reflexión para ver el MINUSTAH en la parte oste de la Hispaniola. La comunidad internacional liderada por los Estados Unidos, tiene más de 6,700 soldados en Haití bajo la chaqueta de la ONU. Y debemos recordar la discreta presencia de importantes «técnicos marines» tanto en Haití como en Dominicana cumpliendo misiones de asesorías y «ayuda humanitaria» dentro del extenso marco del programa Nuevos Horizontes. ¿Cuál es el período pautado de integración? ¿Una década? ¿Tres lustros? ¿Un cuarto de siglo? ¿Medio siglo? ¿Es irreversible el proceso?

La creación de un territorio comercial intranfronterizo es el principal componente para el recordamiento de la Hispaniola orientado a establecer un nuevo orden o status en las dos naciones que comparten la isla. De la inteligencia, prudencia, dignidad, y firmeza de la diplomacia dominicana en la defensa de los intereses intrínsecos de la República Dominicana; de la actitud y el adecuado discernimiento de todos los dominicanos frente a coyunturas que ameritarán cierta tolerancia a los designios de la comunidad internacional, dependerá que el reordenamiento de la Hispaniola sea lo menos traumático para todos.

Según los más fervientes propulsores. «La integración insular como la globalización son procesos históricos inevitables gústenos o no nos guste». Ojalá sean por «vía suave» y todo obre para bien. Mientras tanto, vayamos acostumbrándonos a vivir como ciudadanos de la isla, tomémosle prestado los virtuosos lápices de grafito al artista Mayobanex Vargas, y empecemos a ver nuestra realidad insular «en blanco y negro, adornada con mágicos toques de colores».

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