Las cada vez más multitudinarias manifestaciones que se suceden en muchos puntos del planeta para denunciar la violencia machista que causa año tras año miles de mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas sentimentales han servido indudablemente para dar plena visibilidad social a una lacra inaceptable en pleno siglo veintiuno, pero indefectiblemente también han dejado claro que las batallas ganadas hasta ahora no han permitido dar por finalizada una guerra milenaria que aún se antoja larga y brutal aunque se atisbe luz al final del túnel gracias a la concienciación ciudadana. Pese a todo, cualquier esfuerzo es poco porque queda aún mucho camino que recorrer, y qué duda cabe que el movimiento feminista ha sido clave a la hora de concienciar y visibilizar correctamente una problemática que no es en absoluto nueva pero sí igual de inaceptable que en el origen de los tiempos.
Solo en un país con una ley antiviolencia de género en vigor desde hace años como es España van contabilizadas casi 1,400 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas desde el año 1985. Casi medio millar de organizaciones feministas españolas se dieron cita en Madrid el 7 de noviembre con lemas como “Del imponer sale el pegar y matar”, “Nos queremos vivas, basta ya”, “No es moral, ni es amor, el maltrato soportar”, “El machismo es un crimen contra todos”, “Machismo, cobarde terrorismo”, “La violencia no tiene género”, “016. Denuncia el maltrato”, “Nos están matando” o “Educación machista, ni a chicos ni a chicas”, mientras los manifestantes coreaban: “Si tocan a una, nos tocan a todas”, “Disculpen las molestias, nos están asesinando”, “¡No estamos todas, faltan las muertas!”. 48 horas después, otras cinco mujeres fueron asesinadas.
Así, la realidad constata en apenas dos días una verdad indiscutible: somos terriblemente humanos, capaces de unirnos ante loables causas comunes para mejorar a la especie humana y de caer al mismo tiempo en la animalidad más atroz que ni el más animal de los animales es capaz de cometer ante sus semejantes, ni impulsado siquiera por sus más primigenios instintos.
En esta reflexión visceral se encierra no una explicación ante un comportamiento animal inaceptable, sino una verdad suprema de difícil rectificación: en la mente humana, en la mente del asesino machista se encierra el comportamiento de un ser normal, no de un enfermo, sino de un ser tan humano como usted o como yo en el que se funden los fusibles de la racionalidad por algún misterio aún no detectado en su totalidad por la sociedad, la ciencia o la justicia. No obstante, ninguna justifica el comportamiento. Tal vez los gobiernos deberían asumir de una vez un proyecto tan preventivo como el de la lucha antiterrorista.
En este sentido, el hombre como género es un exponente importante de esta teoría de lo terriblemente humano que intento desarrollar para abordar con garantías un problema tan acuciante y complicado como es el de las violencias machistas.
Las mujeres deben participar más directamente en esta causa contra las desigualdades de género y la violencia machista otorgándoles una mayor visibilidad a las mujeres que encabezan a diario esta lucha desde organizaciones feministas comprometidas con su propia ideología en primer lugar, sin estrategias de siglas de ningún partido político. Sin embargo, desde mi punto de vista y con el máximo respeto y consideración, también estas activistas deben reflexionar y hacer un voto de autocrítica para reconducir algunas posiciones maximalistas que no llevan más que al enfrentamiento y la falta de entendimiento entre géneros, como la generalización a la hora de valorar algunos comportamientos calificados desde el punto de vista “psicológico”.
Qué duda cabe que el feminismo es también un sentimiento humano incuestionable, además de justo y necesario para alcanzar una mejor concienciación colectiva, pero evidentemente para luchar contra la violencia machista deben optar por reconducir nuevas vías de entendimiento desde la libertad de optar por un camino u otro en su lucha contra los violentos, y como decía anteriormente, la consideración desde las administraciones publicas con el fin de establecer normas preventivas desde acuerdos institucionales junto a una justicia más sensible y comprometida contra estas acciones terroristas.