El testamento de un muerto

El testamento de un muerto

LEO BEATO
Lo cuento tal como lo recibí de sus manos: “La lección más difícil de aprender en esta vida es la de amar incondicionalmente. No temamos a la muerte pues ésta puede ser la experiencia más bella de nuestra existencia. Todo depende de cómo hayamos vivido. La mayor felicidad consiste en ayudar a los demás, y mientras más cerca éstos mucho más obligación de ayudar, pues jamás podremos sanar al mundo sin antes no nos sanamos a nosotros mismos. Latinoamérica es el mejor ejemplo porque ahí tenemos la oportunidad de practicar esta lección más que en ningún otro lugar.

Todos procedemos de la misma Fuente y regresaremos a la misma Raíz como un gran árbol en medio de la foresta o como la resaca retornando a la otra orilla del mar. De ahí que la lección más importante es la de aprender a aceptarnos a nosotros mismos tal cual somos. Cuando hayamos realizado ese objetivo y solamente entonces se nos permitirá abandonar el cuerpo como la mariposa abandonando su capullo. Entonces alzamos vuelo libremente hacia nuestro hogar definitivo que nos ha estado esperando desde el principio y nos fundiremos con la gran Luz. Sin embargo, no me encuentro a gusto con la realidad que hemos creado nosotros mismos. Hemos puesto a la Tierra en grandes dificultades sin apenas darnos cuenta de las consecuencias.

Hemos destruido al Jardín con nuestras ambiciones desmedidas y nuestro rampante consumismo. El poder desmedido y las armas lo han desequilibrado todo y ahora nos encontramos a la deriva. La vida ha comenzado a olvidarse de nosotros y tenemos que despertar de este increíble insomnio creado por nosotros mismos. He visto el futuro y siento compasión por nuestros hijos a quienes les dejaremos otro jardín muy diferente al que nosotros recibimos de nuestros antepasados. Somos los culpables de lo que sucederá como consecuencia de nuestro egoísmo y de nuestra mala administración.

Hemos sido víctimas de nuestro libre albedrío. Nos esperan grandes cataclismos, grandes dificultades. La naturaleza ha empezado a rebelarse, los mares a hincharse desmesuradamente y nos acercamos al final del principio anunciado en todos los libros sagrados de la Tierra. El Calendario Maya lo pregona y las antiguas profecías de los indios hopi de Arizona lo han estado presagiando. No nos asustemos de lo que verán nuestros ojos en las próximas décadas. Mantengamos al Apocalipsis, que en realidad significa “Ultima Revelación” al alcance de la mano. El cáncer y el Sida son enfermedades que reflejan el estado de desequilibrio de nuestra propia Humanidad. Lo que existe dentro lo reflejamos fuera y lo que percibimos afuera es el vivo reflejo de lo que existe dentro. Estamos en las manos de nosotros mismos. Insisto, sin embargo, en que la única y verdadera sanación consistirá en ayudar a los demás porque al hacerlo nos ayudamos a nosotros mismos y al conocernos unos a otros conoceremos a Dios.

Somos seres inmortales”.

Recibí este mensaje al día siguiente de que Katrina destruyera a Nueva Orleáns. Lo firmaba Osnel Guevara, paciente de SIDA, quien dos días después murió en el hospital. Tenía apenas 19 años cumplidos.

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