El teteo y el cerebro

El teteo y el cerebro

En verdad que esta situación que estamos viviendo ha generado conductas diversas en toda la humanidad. El pasado martes 13 en su columna semanal en el hermano periódico El Día mi distinguido amigo, el Lic. Celedonio Jiménez, quien es directivo de la Academia de Ciencias, publicó un enfoque excelente desde el punto de vista sociológico de esta nueva condición social, el teteo.

Me motivé a hacer un enfoque neurológico de esta conducta que no es local, es universal. Ayer veía en la BBC informaciones de Londres, con una aglomeración enorme en la plaza de Trafalgar muchos sin mascarillas, es decir, que no debemos creer que es una conducta local, es la humanidad la que ha sido arrodillada por este virus y sus mutantes. Esto ha provocado nuevas formas de expresión social, nos ha cambiado la vida.

La devastadora pandemia de COVID-19, con sus múltiples secuelas se ha ensañado con nuestro sentido de futuro, profundamente arraigado en los seres humanos. Por eso, cuando estamos ante los grandes desastres, la reacción natural de los seres humanos es acercarnos unos a otros, unirnos, socorrernos y estas condiciones virales nos frenaron la socialización por confinamiento y distanciamiento. Somos seres empáticos, es decir, que la empatía se desarrolló en el humano por miles de años y es la razón de cuando podemos, nos desbordamos en asociarnos y compartir, es por nuestra naturaleza que somos seres gregarios.

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Es difícil no comportarse emocionalmente cuando es mucho lo que está en juego. En las actuales circunstancias nos inundan emociones intensas. Todos sabemos que hay cambios en nuestros cerebros, se atrofian áreas cerebrales frente a la exposición al estrés durante mucho tiempo. Hoy se habla del «cerebro pandémico».

Esta condición no es puramente médica sino también social, la severidad de su daño dependerá de la personalidad, la resiliencia individual y del nivel de estrés al que estemos sometidos. Cada una de las emociones fundamentales provocan reacciones muy individuales Estas emociones son: la tristeza, la ira, la sorpresa, el miedo, la repugnancia, el desprecio y la felicidad. Todos las hemos experimentado en esta pandemia, pero de seguro en menor cantidad la última de las emociones.

Nuestros cerebros han cambiado, no somos las mismas personas de hace 18 meses, más del 40% de la población mundial ha experimentado alguna forma de ansiedad o depresión. Muchos hablan de la «niebla mental pandémica». ¿Qué pasa con el estrés crónico? Produce el aumento de unas sustancias llamadas los glucorticoides (como el cortisol, que nos preparan para la acción). Estas dañan las células del cerebro produciendo: no pensar con claridad, bajo rendimiento, olvidos etc.

Pero lo que importa es que pueden dañar la corteza del lóbulo frontal, área que nos permite las denominadas funciones ejecutivas, que son una serie de habilidades cognitivas que posibilitan la toma de decisiones complejas de una forma racional. Con el agravante de que estas áreas se maduran plenamente a los 30 años (los jóvenes son neuronales inmaduros).

Esta es el área cerebral que nos hace seres sociales, racionales, la que nos ayuda a tomar decisiones inteligentes. Es decir, que esa cronicidad del estrés daña el control y freno cerebral sobre las áreas profundas del placer como son el núcleo ventral del tallo cerebral y el núcleo Accumbens, estas son las áreas cerebrales de la alegría, del placer primario y parte de la felicidad, dejando descontrolado sin freno los centros del miedo y de la ansiedad, lo que derivará en esas acciones por encima de la inteligencia social, de lo racional y correcto.

Podemos concluir que en virtud de la condición de seres empáticos y sociales que somos y el sometimiento al estrés de larga data altera esas estructuras superiores que nos hacen racionales, por eso nos atrevemos al teteo sin freno ni control, pues es expresión de nuestra naturaleza humana, pero es una acción universal, en las condiciones tan excepcionales como las que estamos viviendo, se desborda y se expresa como conducta temeraria, inmadura, así como expresión de desmedido placer colectivo, socialización, libertad y solidaridad social.

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