POR RAFAEL SOLANO
Siendo el año 1984, mediante una gestión encaminada por la Delegación dominicana ante la UNESCO en Paris se logró el envío a Santo Domingo de una comisión formada por técnicos especiales e instruida por la institución para evaluar el nivel de funcionamiento del sistema educativo en el país, sus logros y deficiencias, métodos correctivos y hasta las sugerencias de lugar para la obtención de financiamientos internacionales.
Aunque sin interés para lo que atañe a este artículo, sin que tampoco sea esto una novedad, el gobierno de entonces nunca le asignó el menor interés ni mucho menos dio respuesta al exhaustivo legajo de informaciones recibidas, aún viniendo en mayúsculas la no necesaria erogación por parte del Estado en cuanto a aquella esperanzadora operación de rescate.
En contraste con las jerarquías gubernamentales, todo el personal de la Delegación se dedicó al estudio del documento, otorgándole tiempo e interés, y como no sólo venía el texto con observaciones estrictamente ceñidas a la Educación, sino, al perfil general de los dominicanos y dominicanas, se convirtió la lectura y terminó siendo para nosotros, un entretenido volúmen de amenidades.
Una de ellas, —nada extraño, señalaba a los dominicanos como personas nonchalantes du temps, traducido como indiferentes al tiempo. En efecto, así parece ser; sin embargo, si uno se detiene a bien observar, se podría argüir que se trata más bien de una actitud particular hacia el tiempo, diferente a otras regiones del planeta. El dominicano se muestra exento de sentido alguno de la puntualidad; mientras Anthony Rios apunta entre humor y realidad, que los hombres y las mujeres criollas, siempre están de prisa, pero llegan tarde a todo. Mas, la tan notoria impuntualidad nuestra se puede resumir en ocurrencias sujetas al interés personal; dicho de otra forma, tener que estar a tiempo o no, ¡eso depende!
En cuanto al tiempo y en sentido general, los seres humanos podrían clasificarse en dos grandes grupos: holgazanes y desesperados. Los primeros pretenden atrasar el reloj a su conveniencia, siempre alegando lo suficiente del tiempo disponible para realizar cualquier tarea o acción, y, como en Quisqueya sobran los términos y expresiones para rotular lo más mínimo, a la holgazanería se le llama barajeo. Los segundos, al contrario, buscan adelantar las manecillas a como dé lugar; están siempre apresurados, temerosos del transcurrir inexorable del señor Tiempo. Calendarios y relojes devienen en diaria obsesión para ellos.
De lo primeros, barajadores como son, nada espera la humanidad; poco han aportado a su propia existencia, mucho menos a los demás; por el contrario, se convierten en tropiezos para el desarrollo de la sociedad que les rodea, en tanto que viven sumidos en lamentaciones de lo que han podido ser y no han sido, de lo que han podido hacer y no han hecho, por ser holgazanes, barajadores rezagados en el tiempo que les pasa silbando por encima de sus cabezas.
Entre los segundos se encuentra Mozart, quien no desperdició un solo día sin crear música: cuando no escribiendo, pensando en lo que escribiría; por eso, en solo 35 cortos años produjo 626 piezas, que, si no todas resultaron obras maestras, al fin y al cabo, son obras de Mozart: con eso es suficiente! Thomas Edison, dejó al momento de su fallecimiento 1093 inventos producto de 20 horas diarias de trabajo (¡dormía sólo cuatro!); como resultado de su tenacidad dejó iluminado todo el mundo. Beethoven, por su parte, como si presintiera el final de su vida, presionado por el tiempo restante, rindió no sólo lo mejor de su arte, quizás lo más excelso de toda la literatura musical volcando todo el poder de su creatividad e ingenio al escribir sus venerados últimos Cuartetos para cuerdas. En Santo Domingo, no tan lejos, el Dr.José Dolores Cerón, en una sola vida se hizo médico, también abogado, mientras escribía inolvidables composiciones de diferentes géneros, entre ellas su conocida criolla: Como me besabas tú, al tiempo que también desempeñaba el cargo de Director e Inspector de Bandas Militares en consonancia con su rango de Mayor del Ejército Nacional, sin que faltaran bajo su firma sustanciosos artículos periodísticos sobre diferentes tópicos.
Entre unos y otros, holgazanes y trabajadores, se yergue una tercera categoría no menos importante compuesta por aquellos que mantienen actitudes intermedias, ni detrás ni adelante, justo a tiempo. La historia moderna registra un buen ejemplo de este grupo elite cuando el presidente J.F. Kennedy se enfrenta al reto de los amenazantes misiles desplegados en Cuba por la Unión Soviética: un retraso en las decisiones causaría la mayor catástrofe para su país; un apresuramiento, y en cuestión de minutos nos veríamos sumidos en la tercera y última, la más cruenta guerra de toda la historia.
Gloria y prez a John F. Kennedy, maestro y vencedor del tiempo!
Al mencionar ilustres personajes y su relación con el tiempo viene a escena la figura omnipresente de Jesús, nombrado el Cristo por sus seguidores. Este joven corpulento de sólo treinta años, huesudo, con más de seis pies de estatura, de pómulos salientes, pelo rizo y tez soleada, llamado El Señor por más de dos milenios, supo estremecer con su palabra los fundamentos de la humanidad misma en sólo 3 años de misión, recorriendo tierras y mares para luego terminar cumpliendo con su propio designio, crucificado. Su doctrina, cimentada en el amor al prójimo y a la humildad hasta llegar a ofrecer la otra mejilla, si controversial ha sido, todavía su esencia prevalece por encima de la hipocresía de algunos de los mismos que la predican, incluyendo un buen número de sus devotos feligreses. ¡Jesús vive!, claman las multitudes de fanáticos mientras de sus corazones soplan silbantes las ráfagas del egoísmo al son del letal y cotidiano lema: ojo por ojo, diente por diente; lo mío va primero, el que quede atrás, que arree!
El tiempo se compone de una sutil y fugaz materia, no se le puede contemplar de frente ni siquiera sobre él discernir, siempre se escapa; de antaño ha sido puerto de razonamiento soñado por filósofos y pensadores. Sus características se muestran casi inasibles al pensamiento cotidiano. Las ciencias del pensamiento y el espíritu, particularmente en la India, han trazado finas delimitaciones entre lo que se ha señalado como tiempo cronológico por una parte, y el psicológico. Del primero no podemos sustraernos: nuestras vidas están suspendidas en su transcurrir. El tiempo psicológico, por si mismo, transita sólo en nuestro mundo subconsciente, y como una flor, sólo nos entreabre sus pétalos ante una constante y profunda meditación, concepto que se traduce en continua e inteligente observación.
Como postludio de estas reflexiones -no por el tiempo en este caso, sino por el espacio-, quede constancia de la intención con que han sido escritas: estímulos dirigidos al intelecto de todos aquellos que las reciben entre sus manos y ante sus ojos, así como para quien las escribe.
No desperdicies el tiempo, de ello está hecho la vida.
Pensamiento anónimo