El tiempo

El tiempo

El tiempo es un tirano cuya presencia es constante, perenne, eterna, pasa si tú quieres y pasa si tú no quieres, nada lo detiene, aunque piensas que si pulsas un mecanismo del reloj el tiempo se detiene, nada más falso, el tiempo nunca se detiene.

De ahí la importancia de saber y tener en cuenta siempre que el tiempo sigue su curso paciente, tranquilo, pausado, impertérrito. Es como el curso de agua que corre tranquilo, sereno, sin prisa, sin pausa. Si hay una piedra alta, el río la evita, la rodea, la soslaya, o puede que decida superarla, profundiza su cauce, fortalece la corriente y salva el obstáculo que intentaba detener las aguas.

El tiempo sirve para medir el provecho que sacas de él, sirve para aquilatar cómo aprovechas su indetenible transcurrir en bene ficio tuyo y de la humanidad. El tiempo siempre es bueno para hacer cosas positivas y siempre es bueno para no hacer nada y dejarlo pasar como la corriente del río que se puede aprovechar para tantas cosas y se desperdicia por falta de ideas, de planes, de acciones positivas, constructivas.

Cada día, cada hora, cada segundo perdido, desperdiciado, no usado para acciones positivas, tiene una penalidad que no tiene apelación puesto que el tiempo no se detiene, porque el tiempo no se repite, por eso, la felicidad es el recuerdo de momentos que vivimos a plenitud, satisfechos de nuestro qué hacer, complacidos por el buen uso del tiempo. El tiempo es un suspiro entre un abrir y cerrar de ojos, el poeta lo dijo así, “es como un rio, cuya corriente fresca ya no calma la sed”.

Puede leer: Del buen Gobierno

El tiempo pasa, el cóndor pasa, inspira al músico y solo queda prendido en el pentagrama que marca un sonido lento, suave, y tranquilo, como el ave enseñoreada en lo alto, donde solo puede ser alcanzada por el viento y la vista, pero el vuelo de ayer no se repite hoy, porque el tiempo ni se detiene ni retrocede.

Así pasan nuestras vidas, entre uno y otro segundo que podemos y debemos aprovechar para dejar la huella de nuestro amor para la familia, de la solidaridad hacia los amigos, de nuestro respeto por nuestros semejantes.

A Dios le agradezco el disfrute por largos años de la mujer que amo, de los hijos y nietos, los abuelos y padres, suegros, cuñados, tíos y primos, amigos entrañables, aunque pocos.

Le agradezco a Dios las oportunidades que me dio de servir a los demás y, en especial, le agradezco que me diera la oportunidad de servir a mi Patria y a la convivencia democrática, cuando fue necesario. Gracias Padre, por lo mucho que me has dado y por cómo me permitiste usar el tiempo. Amén

Publicaciones Relacionadas