Hace varios años, quizás cuando éramos jóvenes preocupados por el futuro de nuestra querida República Dominicana, creíamos que nuestro país tenía un futuro incierto, pero, ahora pensamos de manera distinta, porque no importa lo que digan, tenemos una juventud que no está democráticamente motivada, ni mucho menos le interesa el futuro del país, su asunto está profundamente hundido en hacer lo que los políticos quieren para sus efectos personales; como buscar aquellos cargos donde el dinero aparece como si estuviéramos en un depósito de basura con abundantes desperdicios y es que tenemos entre nuestras manos una democracia que es muy frágil todavía y no podemos hacer cambio hacia otro horizonte. Los políticos que nos gastamos, sólo piensan en un futuro con ellos muriendo en el poder, mientras las deudas nacionales e internacionales crecen, como si fuera un pabellón de lechuga y otros pequeños vegetales, es que todavía no tenemos enterradores de lo viejo y creadores de la nueva realidad que tenemos delante, como hace años señaló en la revista Época de España, Emilio Romero, es que todo parece indicar que no hay confianza en la solución de los problemas porque ya no existen las ilusiones ni las utopías, sin embargo hay una señal que un cambio o cualquier alteración, no constituirá una desgracia personal. Es que, en política como todo en la vida, el tiempo y la prudencia, a veces, convierten los vicios, como la corrupción, en virtudes y la inexperiencia en un atractivo y siempre lo que ocurre son errores. Vivimos un momento histórico que más de las tres cuartas partes de los dominicanos no saben por qué partido deberá votar si hay de nuevo un cambio en la Constitución para que Danilo Medina se vuelva a reelegir.
Pero debemos recordar y volver a pensar que el voto no es un fenómeno de flechazo amoroso, es simplemente confianza, solo tiene que ser útil. Esperemos, que el tiempo todo lo define.