El tiempo, un regalo que hace bien al alma

El tiempo, un regalo que hace bien al alma

Elisa Elena González

La intencionalidad es lo que marca la diferencia entre el juego per se y el aprendizaje.

No existen diferencias entre jugar y aprender. Cualquier actividad o instancia que nos presenten exigencias de conocimiento o de adaptación puede ser considerada como una oportunidad educativa. Los juegos no constituyen únicamente un medio de entretenimiento y diversión; regulan actitudes y formas de comportamiento, y esto para los que educamos día a día en nuestras escuelas y en comunidades, es algo de relevancia. El aprendizaje lúdico se convierte inmediatamente en un proceso socioeducativo mucho más interesante que los convencionales o institucionalizados cuando integran la creatividad, la innovación, la simpleza, y por eso en esta Navidad no hay mejor escenario posible que divertirnos regalando lo esencial.

Los niños de esta generación han crecido en una época de abundancia y acceso a servicios como ninguna otra. Son los hijos de la globalización, del acceso ilimitado a la información, de la inmediatez, de lo desechable, de la medicación, de la ausencia de reglas, de las redes sociales, de la virtualidad, del consumismo desmedido y de la soledad. Tienen todo y al mismo tiempo tienen nada y lo que menos tienen es tiempo. No me refiero a tiempo de calidad, me refiero al tiempo real. Vivimos para trabajar, nuestro tiempo es la moneda de cambio en toda esta situación. No tenemos tiempo y nos consolamos dando bienes y acceso a lo que desean; lo permitimos todo, por culpa, por desinterés, por el tiempo mismo, por ese que no tenemos.

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Nuestros niños pasan la mayor parte del tiempo solos, sin guía y sin contención alguna. A quienes llaman amigos pueden vivir a cientos de miles de kilómetros  o estar a un par de cuadras de distancia y en muchas ocasiones, no podrían reconocerse; sus rostros, sus nombres verdaderos o sus voces son todo un enigma; prefieren crear una versión de sí mismos que les permitan ser aceptados en un mundo donde nadie se acepta realmente y una vez regresan a la realidad necesitan escapar nuevamente de ella porque está plagada de violencia, de acoso, de abuso en todas sus formas y de mucha frustración.

No nos sobra tiempo y el que se pierde no lo vamos a recuperar; lamentarnos por ello solo una excusa para justificarnos y reconocer lo mal que lo hicimos; pero paradójicamente siempre hay tiempo, nunca es tan tarde.

En estas fechas en que todo nuestro mundo laboral se ralentiza por las fiestas, le invito a que dejemos un poco de lado el celular, las obligaciones, las preocupaciones laborales y pongamos nuestra atención en lo importante. Cuesta, pero es posible y les prometo que es demasiado entretenido. Una noche de películas, ir al parque y mirar el cielo tratando de dar formas a las nubes, intentar una receta de cocina, jugar a las cartas, aprender un nuevo baile o bien enseñarles nuestros juegos de niñez, la lista es interminable y estos regalos hacen bien al alma, son simples y no necesitan grandes recursos o mejor dicho, necesita el recurso más grande de todos; nuestro tiempo.

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