El tiempo y la historia

El tiempo y la historia

El tiempo pasa, pero la Historia queda. Parece que fue ayer que se inició el año 2011 y, sin embargo, transcurrió para dar paso a otro año, que es recibido por los dominicanos de diversas maneras, unos con optimismo y otros con un pesimismo aplastante.

Sucede lo mismo con los gobiernos, unos dan paso a otros y cada uno se jacta de haber hecho lo mejor, cuando todo el mundo sabe que no es así. Generalmente, la población los evalúa según las obras materiales que construyen, pero olvidándose que no son quizás las más importantes.

Casi siempre, los gobiernos se empeñan en construir obras de gran envergadura, algunas de las cuales podrían permanecer mucho tiempo a la vista de todos, pero no toman en cuenta que eso debería ir paralelo a lograr una mejor distribución de la riqueza, incluida la riqueza cultural.

Es inaceptable que a pesar de todo el progreso material que ha experimentado el país en los últimos años, todavía exista un creciente índice de pobreza que solo conviene a los partidos, que con su populismo logran mantener una democracia que no es tal, porque se caracteriza por el clientelismo y la corrupción.

Pero, como dijimos al principio, el tiempo pasa y la historia queda. Es ésta la que se ocupa de juzgar a los políticos, según sus actuaciones.

Muchos dirán que no les importa, porque no estarán vivos para leer los juicios de la historia, penoso criterio propio de los ignorantes, no importa su elevado nivel intelectual. Es posible que argumenten que la historia puede ser escrita fundamentándose en determinados intereses, pero la verdadera es la que queda filtrada en la mente de los pueblos, quienes son los únicos que tienen la última palabra.

En este Siglo 21, es también inaceptable que se haga tanta alharaca sobre una Constitución que por más moderna que sea, a juicio de algunos, no contemple la celebración de una Asamblea Constituyente, que es aquella en la que el pueblo puede tomar decisiones soberanas sobre los aspectos fundamentales que consolidan la institucionalidad del país.

Una Constitución que responda a los intereses del pueblo debe contemplar la revocación del mandato de los funcionarios electos por el voto popular, pero que le han fallado a los electores.

Es por eso que cada día se hace más necesario que la educación avance, para que la gente, a la hora de votar, lo haga con una conciencia clara, acorde con los legítimos derechos de todos los dominicanos y dominicanas.

El tiempo pasa, pero la historia queda.

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