El timonel de hierro

El timonel de hierro

El recién pasado  catorce de julio, se cumplieron siete años de la desaparición física del líder y caudillo reformista doctor Joaquín Balaguer. Balaguer gobernó el país durante veinte y dos años de los cuarenta y ocho de vida democrática que tenemos los dominicanos. Es sin dudas, el dominicano que más ha incidido en el quehacer político de nuestro país, ello así, porque lo hizo durante toda su vida adulta. Participó como actor protagónico en la mayoría de los acontecimientos importantes ocurridos en el país durante los últimos setenta años.

Fue Balaguer un gobernante controversial, en su primera etapa conocida por la de los “doce años”, le tocó gobernar en circunstancias muy difíciles, cuando todavía el mundo se encontraba bajo la influencia de la llamada “guerra fría” y nuestra sociedad dividida como consecuencia de la fraticida guerra de abril del sesenta y cinco. Rivalizó durante su carrera política con otros dos grandes líderes, Juan Bosch  y José Francisco Peña Gómez. El primero reconocido como uno de los más capaces conocedores de las ciencias políticas del hemisferio, y el segundo el más grande líder de masas de nuestra historia política contemporánea.

Incansable trabajador, político de los pies a la cabeza, como el mismo solía describirse, la obra de Balaguer como gobernante requerirá de un análisis imparcial que la historia le tendrá reservado. Pero una realidad sin discusión es, que esa obra y su figura como estadista, aún sigue influyendo en la vida cotidiana  de la nación. El timonel de hierro, que fue Balaguer, que hasta el mismo día de su muerte su voz de mando se hacía sentir en todos los ámbitos de la vida nacional, pudo lidiar vendavales y tormentas dentro y fuera de su partido y de su gobierno.  Su conocimiento del país y de  de los dominicanos, le desarrolló un sentido agudo de la percepción y valores de quienes les rodeaban, por eso rara vez se equivocaba al evaluar  una persona.

Joaquín Balaguer fue un gran batallador, nunca se rindió, sabía perfectamente que la paciencia y el tiempo eran su mejor aliado, su salud mermada en los últimos años de su vida no fue nunca un obstáculo para el desarrollo de sus actividades, aun ciego como estaba desde principio de los  años ochenta, gobernó sin mayores dificultades.

Hoy día en que sólo extrañamos sus actitudes y su ejemplo de grande hombre público, comprendemos cada día más, muchas de sus enseñanzas y rasgos de su carácter controversial. El mejor homenaje que sus seguidores podríamos ofrecerle, es la preservación de su Partido.

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