El TLC

El TLC

DANILO CRUZ PICHARDO
El momento es muy oportuno para la realización de una investigación que establezca las ventajas y desventajas del Tratado de Libre Comercio, pendiente de ratificación, entre la República Dominicana y los Estados Unidos. Y en función de los resultados, que las presentes autoridades actúen conforme al interés nacional.

Diariamente escucho voces en los medios electrónicos y leo informaciones y artículos en los periódicos en defensa del TLC, alegando fundamentalmente que la no ratificación llevaría a la quiebra a las industrias de zonas francas (porque las ofertas de los países centroamericanos serían más atractivas) y muchos miles de trabajadores perderían sus empleos. Es un dato digno de ponderación detenida.

Inclusive recientemente el presidente de la República, doctor Leonel Fernández, dictó una conferencia ante la matrícula de la Cámara Americana de Comercio y dijo, entre un paquete de aspectos abordados, que es necesario seguir desarrollando una economía de servicios, como los sectores de zonas francas y turismo. Pero el dato que más me llamó la atención fue cuando el presidente precisó que el 80 por ciento de las exportaciones de nuestro país hacia Estados Unidos son de zonas francas y no hay por qué dudar de sus palabras, por tratarse de una persona bien actualizada.

Partiendo de esa premisa, ¿Cuáles serían, entonces, las repercusiones económicas y sociales si al país dejasen de ingresar esas divisas por concepto de exportaciones de zonas francas (cuyo monto aproximado no manejo en estos momentos) y si esos miles de empleados terminan parando a las calles? Sencillamente sería una catástrofe socio-económica para la República Dominicana.

Pero hay siempre que escuchar la doble campana. Y la otra campana, es decir, la que se opone al TLC con Estados Unidos, alega que nuestros productores, industriales y agropecuarios, se irían a la quiebra total si se cristaliza esa ratificación, porque no estamos en condiciones de competir en un libre intercambio con la nación más desarrollada del mundo.

Ante esa situación desfavorable el Instituto Dominicano de las Investigaciones Agropecuarias y Forestales (IDIAF) sugiere al sector agropecuario aplicar nuevas tecnologías para poder competir en el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Pero se pregunta el suscrito ¿Cómo se adquieren esas tecnologías? Y es que el propio secretario de Estados de Agricultura, ingeniero Amílcar Romero, dijo recientemente (ver página 3E del matutino Hoy del 3 de diciembre) que la falta de crédito sacan al agro de competitividad.

Pienso que no es cuestión de modernismo ni aislarse del mundo de hoy, en donde los países tienen que estar integrados en bloques económicos regionales y mundiales. Es cuestión de establecer las reales consecuencias ante la ratificación o no del Tratado de Libre Comercio. Valorar, sobre todo, el interés nacional.

Para ello se requieren resultados de investigaciones elaboradas por expertos de la economía. Resultados que arrojen luz a la población y doten a la gente de los elementos de juicio necesarios sobre la problemática. Hasta ahora nos limitamos a observar con atención las preocupaciones de los diferentes sectores de la vida nacional que tocan el tema.

Los que aprueban y rechazan el TLC entre República Dominicana y los Estados Unidos exponen argumentos muy valederos y convincentes. Es evidente que las partes cuentan con sobradas razones para defender sus respectivas posiciones. Ante ese dilema el momento demanda de un estudio que determine objetivamente las ventajas y desventajas de ese tratado.

Antes de ponernos de rodillas y apresurarnos a quitar el impuesto del 25 por ciento al jarabe de maíz, como ocurre en el Senado, que hay tres proyectos planteando el mismo asunto, procede primero determinar lo que más les conviene a los dominicanos, mediante un estudio serio y profundo.

En ese estudio debían de participar técnicos del gobierno, de los empresarios, de los partidos políticos y de la sociedad civil. Sin responder a presiones ni actuar de prisa, analizar con detenimiento el caso para que finalmente se adopte la posición más correcta.

Hay que tratar de que «la sal no salga más cara que el chivo», como dice la expresión popular. Ojalá y surja una fórmula de consenso, mediante la cual no se corra el riesgo de perder a nuestras zonas francas y al mismo tiempo los demás sectores productivos del país se sientan seguros respecto a la competitividad en un libre intercambio comercial con los Estados Unidos.

Esta última posibilidad, en la que no habría sector perjudicado, podría resultar un sueño, pero hay que ponderar todas las alternativas, porque el caso así lo amerita. Además, lo último que se pierde es la esperanza.

Por eso insisto en que se escuchen las quejas y preocupaciones de las zonas francas, pero también de los demás sectores productivos que alegan seguros perjuicios en caso de que se ratifique el Tratado de Libre Comercio entre la República Dominicana y Estados Unidos.

Es una tarea que le corresponde atender, principalmente, al gobierno del doctor Leonel Fernández. Y por los grandes intereses envueltos y las repercusiones económicas, sociales y hasta políticas que traerían las decisiones oficiales (cualesquiera que fuesen) no se trata de una papita lo que tienen las autoridades en sus manos.

De todos modos, hay que tomar una decisión. Pero antes de esa decisión que se revise en todas sus partes el delicado tema del TLC.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas