El TLC acabará con la ñoñería

El TLC acabará con la ñoñería

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Que el pasado 5 de agosto se firmara en Washington, el Tratado de Libre Comercio, junto al similar con las naciones centroamericanas, está provocando en el país un notable pataleo de parte de los sectores agropecuarios que aducen se verán afectados malamente por las condiciones de permitir el ingreso de productos agrícolas más baratos y de mejor calidad procedente de los Estados Unidos.

El país ha tenido, por muchos años, quizás 74 años, cuando se inició la dictadura de Trujillo en 1930, una sombrilla de protección para la ineficiente agricultura criolla y evitar que se enfrentara con la realidad de productos similares más baratos y de mayor calidad. Se sabe que ese es el caso del arroz criollo, ya que el importado de Asia, llega a mejores precios que aquel, el cual cada día se hace más incosteable por el aumento de los insumos, maquinarias, mano de obra, etc. Los productores de arroz reclaman más subsidios, exenciones y protección a los gobiernos de turno e impedir el ingreso del similar importado. Tarde o temprano se regulará la siembra de arroz para utilizar sus actuales tierras, la mayor parte bien abastecidas de agua de riego, en otros cultivos más rentables y adecuados a las tierras y climas tropicales del país. Así se incrementarán los cultivos de frutas de gran demanda en la costa Este de los Estados Unidos, vegetales de ciclo corto y de mayor rendimiento y más cotizados en ese mercado tan importante.

El TLC, bueno o malo, constituye un desafío para los dominicanos. Necesitaremos redefinir qué queremos como país y hacia dónde encaminar el desarrollo para eliminar la pobreza. Pretender detenernos a llorar y lamentar, que nos veremos invadidos por productos norteamericanos más baratos y de mayor calidad, constituye una retranca ya que ahora es cuando tenemos una oportunidad de preparar nuestro territorio para lo que realmente podemos ofrecer y vender.

Por mucho tiempo hemos pretendido ser un país con buenas empresas industriales de reemplazo de importaciones y un buen desarrollo agrícola con agua casi gratis de riego, pero que los gobiernos nos cubran con un manto protector para que nadie venga con productos más baratos y derriben esas barreras arancelarias que nos hacen muy pocos atractivos para los mercados de ultramar.

Si vemos el origen de los lamentos en contra del TLC, es que nuestra agricultura, desde la caña de azúcar hasta los cultivos de Constanza no están preparados en un ciento por ciento, para competir con el exterior. Se necesitaría mantener en alto y por más tiempo esa cortina arancelaria como barrera de prohibiciones de importaciones, que violaría lo ya acordado en el TLC. Este, si bien indudablemente favorece a los Estados Unidos, por algo son los emperadores del mundo, al menos nos abre la posibilidad de que debemos utilizar la imaginación para afianzar lo que hemos estado haciendo desde hace 25 años como economía de servicio.

El presidente Fernández está muy alerta y consciente de la realidad de la debilidad productiva y como debemos buscar nuestro futuro afianzándonos en el presente con objetivos bien delineados como lo expresara en el discurso del pasado día 16. Nos hizo ver que sin educación y sin preparación técnica no podremos competir. Continuando como ahora, nos convertiríamos en perennes Jeremías, lamentándonos de la mala suerte y decir que todo el mundo abusa de nosotros. Engañándonos así, continuaremos viendo a nuestros compatriotas ahogándose en las aguas del canal de la Mona, o en las bodegas de los barcos que escapan buscando un mejor futuro. Y ese mejor futuro lo tenemos aquí si en verdad estamos dispuestos a unir esfuerzos con las autoridades y trabajar hombro con hombro con ellas. Las flamantes autoridades están obligadas, para la supervivencia nacional, dejar de lado sus esquemas doctrinales y de grupismo para darle la bienvenida a todos los que realmente estén dispuestos a aportar sus trabajos e inteligencia para rescatar al país del hoyo en que cayó, sumergiéndose en la inmundicia de una corrupción descarada y de la cual surgieron notorias fortunas imposibles de amasar lícitamente.

La prédica y empeños del presidente Fernández, por mejorar el nivel educativo y técnico de sus compatriotas, apuntan en la dirección correcta, ya que esa es la base para asegurar un mejor desarrollo. Se evitaría lo que ocurrió en el período del 1996 al 2000 cuando no existía una base formal de educación y de tecnología, pues luego vinieron los perredeístas, y en poco tiempo, nos hicieron retroceder varios años con el surgimiento de una pobreza que ya se creía superada en muchos de los estratos sociales de la comunidad nacional. El TLC es un desafío para la Nación. En lugar de estar presionando para que no se acepte, deberíamos analizarnos con honestidad determinando si lo que queremos es tan solo escapar de la realidad de que llegó el final del proteccionismo y de las ñoñerías.

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