El trabajo y el sueño

El trabajo y el sueño

“Conocí al padre Servando tres días después que el cardiólogo diagnosticó mi dolencia del corazón. Lo escuché hablar en la iglesia delante de los regidores del ayuntamiento; les hablaba con claridad; y lograba comunicarse eficazmente con docenas de mirones que acompañaban a los “munícipes en ejercicio”, como les llamó varias veces. Mencionaba mucho a un hombre rústico nacido en España y se valía de refranes populares parea ilustrar sus argumentos. “Los mulos deben seguir andando aunque les falte una herradura”. Quería decir que aunque usted no tenga buena salud, la vida ha de continuar a cualquier precio. Mas tarde supe que ese rústico de los refranes era su abuelo”.

“Al comienzo me pareció un abuso de su parte introducir a su abuelo en los textos de los evangelistas. El tal abuelo, hombre de recia personalidad, afirmaba que la voluntad era más fuerte que el cansancio; recomendaba a su nieto Servando estudiar gramática, historia, latín, para no permanecer toda la vida –como él– “sembrando patatas y recogiendo higos en el monte”. Lo estimulaba a superar los obstáculos que la vida siempre opone a los hombres: “o brincas sobre ellos o das un rodeo para evadirlos”; el viejo campesino sentenciaba: “si te acuestas cansado, te levantarás dispuesto y animado; el trabajo y el sueño son buenos hermanos”.

“Tres cosas hay en nuestras vidas que dejan enseñanzas imborrables: estar desempleado, caer enfermo y sentirse enamorado… (continuar después del cierre de operaciones)”. Edelmira miró el cabezal de esa página alargada: No. 35; en la hoja siguiente leyó el No. 41; entonces faltan cinco páginas, se dijo; tendré que buscarlas. ¿Quién declara esto de las enseñanzas imborrables? ¿El abuelo del padre Servando? ¿Lo dice el padre o lo afirma el propio Arnulfo? No está nada claro el asunto.

Edelmira cerró la gaveta del “closet” con un pie; se levantó de la cama y caminó derecho a la sala de su casa. –Saldré a mojar las plantas con mi maguera. Al abrir la puerta vio que el zafacón estaba volcado y la basura regada sobre la acera. Algunas fundas plásticas revoloteaban encima de la grama. –Buscaré unos guantes y recogeré este desorden. Ya tendré tiempo de echar agua afuera y en el patio.

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