La muerte súbita del ministro de Medio Ambiente en pleno despacho desde el que dirigió frontales acciones en contra de usuales depredaciones a los recursos naturales, representa una sensible pérdida para el Estado en el que desempeñó más de una gestión importante, para su respetable familia y para la sociedad que siguió conturbada los detalles estremecedores de los violentos hechos de ayer por medios electrónicos.
Falta, en este momento, la precisión de motivaciones que llevaron a una persona de la confianza y cercano trato con el doctor Orlando Jorge Mera a disparar mortalmente contra un funcionario idóneo y laborioso en sangrienta ruptura de una amistad, según las informaciones recogidas inmediatamente después del homicidio.
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No procede adelantar conjetura alguna en lo que las autoridades correspondientes pasan a estar en condiciones de informar los antecedentes y circunstancias de este horrible final de Orlando Jorge, cercano al pueblo dominicano que le vio ascender desde la adolescencia a la vida profesional a la sombra de su padre, el fallecido presidente de la República (1982-86) Salvador Jorge Blanco.
De él heredó su identificación con la política y las obligaciones de Estado, carreras tronchadas prematuramente en condición de víctima fatal antes de coronar una brillante hoja de servicios.
Condolencia a sus seres más cercanos que en medio de su dolor han solicitado respeto a su privacidad. Ha tocado sus puertas la dolorosa propensión a la violencia de estos tiempos.