El traidor, vuelve y vuelve

El traidor, vuelve y vuelve

La mayor parte de nuestras fuerzas, desde siempre, ha sido invertida en guerras y sus preparativos. Hemos sido campeones en chismoteos, en zancadillas, en hablar a espaldas de los demás mientras los abrazamos cuando los encontramos de frente.

¿Qué nos pasa? ¿Dónde se perdió la ruta de la decencia, de la conducta rectilínea, del estilo de vida de dar a nuestros descendientes ejemplo de honestidad, de moral a toda prueba, todo el tiempo?

¿Quién ha dicho que triunfar es llenarse los bolsillos de dinero sin importar la procedencia? ¿Quién ha dicho que la abundancia de bienes materiales significa salud, felicidad, formar parte de una familia aceptada y respetada?

La tenencia de bienes de fortuna no es un pecado, puede que la diferencia entre una y otra persona sea la diligencia de una, la inteligencia, la capacidad de ahorro, la sagacidad para comprar cuando el otro tiene necesidad de vender y vender cuando el otro tiene necesidad de comprar, gastar lo necesario y guardar para mañana, porque uno sabe cómo se acuesta pero desconoce cómo se levantará.

Me preocupa cómo somos tan dados a dejar hacer, dejar pasar, cuando sabemos, cuando hemos avizorado que hay una turbulencia en el camino y los rápidos del río, llenos de piedras puntiagudas y remolinos lo más probable es que nos hagan daño.

Aquel sabio rey de Las Mil y Una Noches, que no era Harun al Raschid, recibió uno y otro reporte de la traición de un “amigo” de largos años. Comprobadas las acciones, comentarios y conspiraciones, se llevó a cabo un juicio en el que se escucharon innumerables testigos.

La culpabilidad del acusado era definitiva, el propio inculpado lo admitió pero pidió clemencia al juez en nombre de la amistad que una vez los unió. La magnanimidad del rey se manifestó cuando dictó sentencia.

Dado que el acusado admite su culpabilidad y pide clemencia para no ser ajusticiado, queda condenado a ser mantenido en la esquina más transitada del mercado público, en una garita con un hoyo por el cual debe mantener la cabeza afuera para que todo aquel que pase por su lado le escupa el rostro.

El condenado murió hace mucho pero queda el recuerdo de aquella sentencia que lo favoreció perdonándole la vida, aunque lo colocó en la pútrida cloaca donde es enviada la memoria de todos los traidores de ayer y de hoy.

El traidor es cobarde y ruin. Se ampara en cualquier resquicio de la parte más oscura y malvada de la naturaleza humana. Sólo le sirve a su interés y quienes lo siguen deben saber que ninguno se reivindica de jugarle sucio a un amigo, que siempre actuará igual y nadie a su lado está seguro de que no lo venderá. ¡Judas!

 

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