El tranque de la liquidez

El tranque de la liquidez

Mientras sufren pérdidas y sus negocios se empantanan porque la demanda de artículos comerciales sigue por los suelos, algunos comerciantes se sienten invadidos por el pesimismo. Consideran que el fenómeno más ominoso que está ocurriendo en estos momentos es que los bancos acumulan gran cantidad de efectivo mientras siguen quedándose cortos al prestar, como si la función reproductiva del dinero a través de inversiones estuviera cercenada. Comentan que lo peor del caso es que los bancos, seguramente, no se sienten demasiado presionados a soltar las amarras bajando las tasas de interés, pues es muy poco lo que están devolviéndoles a los ahorrantes a través de las tasas pasivas. Así, mantener sus arcas repletas hasta que cambie la dirección del viento no les está saliendo caro. Prestan poco pero exprimen mucho y eso es suficiente para que el sector financiero duerma tranquilo.

Lo que va, viene

En algunos barrios de Santo Domingo, la gente percibe que con más frecuencia que antes, los haitianos se están convirtiendo en nuevos vecinos de los dominicanos, alquilando «piezas» o comprando mejoras. Aquí también se da el proceso de Hatillo Palma, donde los extranjeros se fueron ocupando de las plazas laborales que muchos dominicanos abandonaban para emigrar hacia Santo Domingo y Santiago. Lo único es que una parte de los que a su vez emigran desde la capital lo hacen en dirección al Canal de la Mona. En la misma medida en que llegan botes repletos de dominicanos a Puerto Rico (muchos burlan la persecución de las autoridades tras arribar a esas playas) el observador percibe que la población de inmigrantes que venden su fuerza de trabajo a nivel local va en crecimiento y que el «Pequeño Haití» ya dejó de ser chiquito. Formamos parte de una población en constante movimiento y con el paso del tiempo, de una demografía mayor en los campos que en las ciudades se ha pasado a habitar más las ciudades que los campos. Muchos espíritus inquietos no se han conformado con alcanzar el nivel urbano en su propia tierra y por todos los medios tratan de realizar su sueño de emancipación económica en Puerto Rico y Nueva York. Lo que ellos dejan atrás se va quedando para los que llegan.

La casa pierde y se ríe

Detrás de muchas extendidas facilidades para apostar e incentivar a la gente a que prefiera el juego de azar al trabajo, suele estar la búsqueda insaciable de ingresos por parte de organismos oficiales y de los ayuntamientos que expiden autorizaciones para esas actividades. Las llamadas regulaciones de bancas deportivas y de puestos para rifas de aguante (ahora bendecidos por la Lotería y con otra denominación) tienen el efecto de un respaldo estatal al auge de las conductas perjudiciales de quienes se exceden colocando parte de sus ingresos en el azar y la suerte. El dinero de la leche de los muchachos puede perderse antes de llegar al hogar. Como bien se ha dicho siempre por los casinos: «la casa (la banca) pierde y se ríe» porque sabe que al final los esquilmados son los apostadores. Tolerar los juegos es una forma de sacrificar los fines esenciales del Estado, que deberían ser propiciar el bien, para el otro fin de recaudar más a cualquier precio.

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