El transatlántico «United States» se niega a morir

El transatlántico «United States» se niega a morir

FILADELFIA, Estados Unidos. Con su esplendor marchito pero cargado de historia, transportó a Marilyn Monroe, a Coco Chanel, a Marlon Brando y a cuatro presidentes estadounidenses. Pero, desde hace años, el transatlántico «United States» languidece en un muelle y sus admiradores luchan para que no acabe en el desguace.

El tiempo apremia. No hay suficiente dinero para salvar a este inmenso transatlántico estadounidense amarrado en el río Delaware en Filadelfia (este), frente a una tienda de Ikea.

Su pintura descascarada, sus enormes chimeneas descoloridas por el sol, sus cadenas oxidadas y su silencioso interior están vacíos desde hace tiempo de las huellas de su lujoso pasado.

En su viaje inaugural el 3 de julio de 1952, el buque de 301 metros de largo batió el récord de travesía en el Atlántico para un transatlántico: tres días, 10 horas y 40 minutos.

Aún mantiene esta marca. Maravilla de la elegancia y la tecnología, fue concebido para que pudiera transformarse rápidamente, de ser necesario, en una nave para transportar tropas.

Y su diseño, en gran parte financiado por el gobierno estadounidense, estuvo rodeado de gran secreto. Su célebre creador, William Francis Gibbs, quiso hacerlo a prueba de fuego y se valió del aluminio.

Un millón de viajeros, celebridades de Hollywood, políticos, industriales e inmigrantes hicieron el viaje entre Estados Unidos y Europa. A bordo había tres orquestas, un salón de baile, dos cines, 20 ascensores, una piscina.

«Todos los que eran importantes en su dominio, estaban allí», recordó con nostalgia Joe Rota, de 82 años, que en su juventud fue consecutivamente ascensorista, botones y fotógrafo de a bordo. «Todo era tan perfecto.

La tecnología, la comodidad, la velocidad, la comida. Nunca hubo un desperfecto o un retraso», añadió, agitando recuerdos en los que se agolpaban el príncipe Rainiero, Marlon Brando, el presidente estadounidense Harry Truman o Salvador Dalí.
 La Mona Lisa, una pasajera protegida. En una ocasión, la Gioconda o Mona Lisa fue prestada a una exposición en la Galería Nacional de Washington. Tenía su propia cabina, delante de la cual cada noche se colocaban zapatos de talla 48, para hacer creer que estaba resguardada por un hombre colosal. Pero el avión, más rápido, sentenció a muerte a los transatlánticos.

El 11 de noviembre de 1969, tras 400 viajes, el «United States», que podía transportar 2.000 pasajeros y 1.000 tripulantes, fue puesto fuera de servicio. Fue comprado en varias ocasiones con sucesivas ideas (casino, buque de crucero, barco de hospital), pero ninguna se concretó.

En 1984 sus muebles y lo que quedaba de su interior fue vendido en subasta.

Finalmente fue comprado en 2011 por la agrupación sin fines de lucro «SS United States Conservancy», cuya directora, Susan Gibbs, no es otra que la nieta del arquitecto. El grupo busca donaciones y explora posibilidades de asociaciones.

Se exploran varias hipótesis, como hacer un hotel-restaurante, un museo, una estructura de oficinas o incluso una incubadora de jóvenes empresas de Brooklyn. «Es como un rascacielos horizontal, tiene exactamente la altura del edificio Chrysler», dice Susan Gibbs.

A Gibbs le gustaría que el barco acogiera empresas tecnológicas, como un guiño a su pasado de antigua maravilla de la tecnología. E insiste en que la superficie disponible, de más de 46.000 m2, conforma un barco «estructuralmente muy sano».

También menciona algunas conversaciones en curso para buscar «un uso contemporáneo e innovador de este espacio». «Eso sería estupendo», dijo, refiriéndose a la segunda vida que han disfrutado otros grandes transatlánticos, como el Rotterdam o el Queen Mary. Pero a la espera de que alguno de estos proyectos prospere, la asociación debe desembolsar mensualmente unos 60.000 dólares para mantener al «United States» en el muelle.

«No es muy sostenible», reconoce Gibbs. Aunque llegan donaciones de 50 estados de Estados Unidos y de otros 36 países, los regalos no son suficientes.

Y el consejo de administración anunció recientemente su intención de venderlo a recicladores si no aparecen nuevos donantes o inversores antes de fines de octubre. «Nunca hemos estado tan cerca de salvarlo, pero tampoco hemos estado jamás tan cerca de perderlo», comenta Gibbs.

Incluso se hizo un llamado al alcalde de Nueva York, Bill de Blasio.
Caminando silenciosamente, el exascensorista Joe Rota tiene esperanzas. «Era el barco más lindo del mundo», suspira. «Un símbolo de Estados Unidos».

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