¿El transporte como prioridad?

¿El transporte como prioridad?

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
El doctor Leonel Fernández nunca presentó, que yo recuerde, la cuestión del transporte público como una de las grandes prioridades del país. Su discurso de campaña iba por otra línea de pensamiento y de propaganda. Él habló ampliamente de educación, de salud, de lucha contra la pobreza y, por supuesto, de su gran pasión que es la globalización. Ni siquiera gastó mucho tiempo en hablar de su otra gran pasión: la modernidad. Pero ocurre que, para sorpresa de muchos, el principal punto en la agenda del ciudadano Presidente Leonel Fernández es la búsqueda de una solución al drama del transporte público en la zona metropolitana de la República Dominicana.

Creo que nadie puede negar que en el Distrito Nacional y en la provincia Santo Domingo, dos jurisdicciones con una geografía enlazada, el transporte público es un caos en todo el sentido de la esta palabra. Un caos al que se le pueden aplicar todos los sinónimos de esta palabra: vorágine, embrollo, lío, enredo, confusión, desorden, anarquía, desorganización, desconcierto. Pero es un caos que, como han expresado varios expertos en el tema, puede ser desmontado en una alta proporción introduciendo medidas administrativas que no están siendo observadas por los actores del transporte debido a que las autoridades del área han desertado, de hecho, de sus responsabilidades.

Si las leyes, decretos y normas existentes para regular el transporte público se cumplieran, este barullo que vemos cada día en nuestras calles y avenidas, en los puentes, túneles y elevados se redujeran a su mínima expresión y los vehículos fluirían de forma más expedita y organizada. Por ejemplo, qué pasaría si en las avenidas 27 de Febrero, J. F. Kennedy, Luperòn, San Vicente de Paul, Charles de Gaulle y España se habilitaran corredores para las guaguas; si se establecieran los puntos para tomar y dejar pasajeros y se obligara a transeúntes y conductores a observarlos; si fueran eliminados los vehículos que no reúnen las condiciones mínimas para ofrecer un servicio adecuado de transporte; si se prohibiera el estacionamiento de vehículos en vías –calles o avenidas—que sean rutas del transporte público; si se discutiera con los colegios privados para evitar que los padres de los alumnos obstruyan el tránsito normal  cuando llevan o recogen a sus hijos; si se establece que los vehículos pesados de carga transiten solo en el horario de seis de la tarde a seis de la mañana; si se evita que los ayuntamientos recojan la basura en horas diurnas; y si se buscaran otras paradas para las guaguas que viajan al interior, medida esta propuesta por  Juan Hubieres.

Creo que el tránsito público cambiaría y sería diferente como son diferentes el día y la noche. Una vez se adoptaran estas medidas, entonces la sociedad y el gobierno estarían  en mejores condiciones de determinar qué otras soluciones serían necesarias y cuándo habría que adoptarlas.

 El Presidente Fernández y sus principales asesores deben saber  —estoy seguro que lo saben mucho mejor que yo—  que hacer de la búsqueda de megasoluciones a los problemas del transporte público de la zona metropolitana de la República Dominicana sería, en estos momentos, un desafío franco a la capacidad de resistencia de tantos millones de personas que han vivido por años sin un Estado que los proteja y que se acuerde de ellos. Un sistema de transporte como el presentado por el gobierno a la opinión pública no es, en estos momentos, una prioridad de la nación. En las circunstancias que vive  el país ese sería un lujo, casi una expresión de boato.

Creíamos que había pasado el tiempo de tener un plaza de la cultura donde hay bibliotecas sin libros, donde en días pasados el Teatro Nacional no podía operar por falta de aire acondicionado, donde los actores y las actoras tienen que dedicarse a otras tareas para no morirse de hambre. Creíamos que había pasado el tiempo de tener una Faro a Colón con pocas cosas que mostrar, y rodeado de miseria, y de tener una Plaza de la Salud de gran calidad en un país donde prácticamente no hay medicina preventiva. Creìamos que había pasado el tiempo de hacer inversiones de miles de millones de pesos en nuestra querida universidad estatal mientras hay cientos de escuelas primarias sin butacas suficientes y sin materiales didácticos. Repetir estas y otras  incoherencias no es compatible con la modernidad.

La República Dominicana necesita hacer un alto en el camino que lleva y establecer, claramente, sus verdaderas prioridades. Me parece que está asaz demostrado que el país necesita salir de su atraso educativo, de su falta de sistema de salud y de su incapacidad para evitar que tanta gente viva en un estado de miseria que es, por definición, abyecto. De lo contrario, entonces una franja amplia del país tendrà que convencerse de que para ella el Estado sencillamente no existe.

bavegado@yahoo.com

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