Las convulsiones de toda época entre las dos naciones de la isla Hispaniola y que resultan de disparidades en niveles de desarrollo, usos idiomáticos, prácticas culturales y conflictividad histórica tienden a agudizarse por el desplome institucional en proceso del lado Oeste en el que además los recursos naturales más importantes y críticos parecen vivir los últimos años de su existencia por depredaciones asoladoras sobre cuencas y corrientes fluviales.
Con menos intensidad en los abusos a bienes irrecuperables, y haciendo un poco de causa común con sus vecinos, República Dominicana ha visto desaparecer por decenios 28 ríos, casi 638 arroyos y más de 12,000 manantiales y escorrentías aunque la construcción de embalses permite obtener considerable provecho del agua a partir de exitosos esfuerzos privados y oficiales para defender la riqueza hídrica vislumbrándose un mejor porvenir bajo el ojo avizor de los ambientalistas.
En cambio el país del occidente hereda como permanente causa de sed la aniquilación temprana de su vegetación. La deforestación en gran escala y la erosión del suelo causadas por el hombre comenzaron en la época colonial en la que se talaron bosques para la producción de café y caña de azúcar y continúan en el presente con sustitución de cultivos para obtener maíz y frijoles aunque de aquel lado falta de todo.
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Desde 1826 los gobiernos haitianos han promulgado 1001 leyes y políticas encaminadas a la protección de árboles y fertilidades y dedicaron dinero a incentivar a los campesinos para que evolucionaran hacia una explotación comercial sostenible de la tierra; pero la mayor parte de esos esfuerzos produjeron resultados decepcionantes según un informe de 1990 emitido por la Agencia de desarrollo de Estados Unidos USAID.
Haití ha estado sometido por casi un siglo a una acelerada urbanización mayormente de miseria, el incremento en las actividades agrícolas destructivas, la degradación del suelo, las altas concentraciones de población y la deficiente eliminación de desechos afectando la disponibilidad de agua dulce. Se considera que el problema de la degradación ha quedado intacto y sigue haciendo desaparecer el verdor de las campiñas que ahora son un mero recuerdo.
Admisión de fracaso
El colapso institucional que hace imposible la democracia en la vecina nación llega, con repercusiones a tocar con severidad a la República Dominicana al imponerse la decisión unilateral de políticos y empresarios que a espaldas de lo poco que quedaba de autoridad en Haití se lanzaron a construir un canal conectado al río Dajabón o Masacre en violación a un tratado binacional del 1929, obra acompañada de una extracción masiva de materiales de ríos y planicies que bordean el territorio nacional mientras cada vez parece más lejana la recomposición del orden interno al otro lado y un desierto amenaza cruzar los límites geográficos.
«El impacto que tienen las sanciones impuestas por la ONU contra los líderes de bandas armadas de Haití es extremadamente limitado y la aplicación del embargo a la importación de armas (que llegan a chorro desde Estados Unidos) es «mediocre», según un grupo de expertos encargados de supervisar estas medidas aplicadas con el auspicio de las potencias que insisten en la pasividad y en ver de lejos la grave crisis
Se recuerda que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas puso en marcha un régimen de sanciones, como: prohibición de viajar, congelar activos y embargar armas selectivamente desde el 2022. La ineficacia de estas sanciones estuvo en evidencia desde cuando solo afectaban al líder de las bandas que anarquizan severamente a Haití, Jimmy Cherizier, y a pesar de que más recientemente la pretensión de combatir el caos incluyó a cinco líderes más de las criminales pandillas que siguen reinando.
PRESION MIGRATORIA
República Dominica siente en este momento la intensificación de presiones para que acoja sin restricciones a cada haitiano que huya de la violencia de los apandillamientos cada vez mejor armados y que extienden sus agresiones hacia todas partes incluyendo repetidas incursiones para apoderarse del palacio gubernamental de Puerto Príncipe, además de destruir escuelas, hospitales y farmacias entre otros instalaciones de interés social.
La ONU admite que los desmanes proyectan una sombra de desesperación y aunque describe como posible opción para las masas buscar refugios en todos los entornos de Haití, solo embiste con extremas exigencias diplomáticas y mediáticas de aceptarlos al país que queda más cerca. Al menos admite que el mes pasado cerca de 13 mil migrantes fueron devueltos desde diferentes puntos de la región cuyas autoridades tampoco los aceptan tan incondicionalmente como demanda el organismo multilateral.
Con todo, los auxilios sociales de la ONU y otras entidades foráneas llegan hasta importantes zonas del propio Haití convertido en un mosaico con regiones que escapan al control de malhechores que se concentra en puntos vitales capitalinos y de comunicaciones navales y aéreas y tiende a embestir repetidamente con mortales resultados la zona de los haitianos ricos de Petionville.
La Organización Internacional para las Migraciones mostró hace poco capacidad de actuar en medio de los peligros. Un informe de la entidad indicó que: «los trabajadores de las agencias que actúan sobre el terreno se ven obligados a equilibrar el imperativo de ayudar a otros con la cruda realidad del riesgo personal». Como la demuestra también la poco entrenada, escasa numéricamente y mal equipada policía haitiana que con éxito ha librado algunas batallas contra los bandoleros en los alrededores de la casa presidencial.
REACCIÓN ANTI RD
En medio del aumento de la violencia en Haití, la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, publicó un documento hiriente para la colectividad dominicana con el insistente discurso de que el país acoja indistintamente y en calidad de refugiados a los haitianos que huyen en atención a que sufren «importantes necesidades humanitarias incluyendo atención médica, alimentos, ropa y alojamiento temporal».
Con respaldo de sectores nacionales, el presidente Luis Abinader ha reiterado con firmeza que su gobierno no establecerá campos para recibir refugiados aun enfrentando acusaciones al país de «repatriar haitianos con poco respeto a los derechos humanos». Incluyendo afirmaciones de que se han llevado a cabo repatriaciones «extremadamente duras». Un informe de 106 páginas con «serias acusaciones» se divulgó suscrito por ACNUR.
Sin embargo, representantes de más de 20 países de la región iberoamericana reconocieron recientemente «los ingentes esfuerzos de la República Dominicana y otros países en busca de solución a la difícil situación de Haití que genera a los Estados suscribientes «profunda preocupación por el progresivo deterioro de la seguridad pública y humanitaria» del vecino país.
APUNTAN A OTRO LADO
La frustrante demora en instalar en Haití una fuerza pacificadora encabezada por la vacilante Kenia movió recientemente a la Organización de Estados Americanos, OEA, a llamar a todos los países de la región a apoyar a las fuerzas de seguridad del propio Haití a fin de restablecer la seguridad perdida por la violencia grupal. La entidad dio un paso al frente contra la tendencia a pretender que sea la República Dominicana el componente básico de un salvataje.
La OEA llamó a que los Estados miembros proporcionen en la medida de lo posible y «con base a sus legislaciones nacionales», un apoyo inmediato y adecuado a las fuerzas del orden en Haití. Pidió apostar por ¨el desmantelamiento de las bandas criminales y pandillas” y a la entrega urgente de la ayuda humanitaria que corresponda. También hizo un llamado a la Comunidad internacional para que apoye a Haití en una transición democrática por medio de asistencia financiera, aporte de conocimientos técnicos y presencia de una misión multinacional de seguridad que ya fue aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Más temprano, el presidente Abinader insistió en que la única formar de actuar con resultados en Haití es pacificándolo. «Quiero decir con toda la firmeza y el respeto que merece República Dominicana» que la comunidad internacional no debe seguir permitiendo la situación de caos y muertes reinantes en el vecino pais. «Los pobres haitianos sufren mientras los ricos de ese país están en Miami» a buen recaudo.