Por su preocupantes mega-dimensiones, que evidentemente superan lo razonable, y la apremiante necesidad de hacerlos más eficientes y de menor costo para los contribuyentes, importantes órganos de Estado están ya donde la historia reclama: en la antesala de la «sala de cirugías» de la que tendrán que salir refundidos unos y privados otros de algunos de sus componentes o de su existencia misma. Tratamientos quirúrgicos para ir poniendo fin a la anchura que genera ineficiencias generalmente derivadas de cuestionables tratamientos gerenciales y fines clientelistas aplicados desde la política en diferentes etapas de la vida institucional. Este es, claramente, el objetivo final que pretende el poder expuesto ya a grandes rasgos ante los emisores de opinión que resultan a favor y en contra casi con la misma intensidad y concitando en diversos sectores nacionales el interés que merece.
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¡Mejor fragua no puede haber! Sobre todo porque ya el rumbo está trazado sin vuelta atrás. Se trata de propósitos reformadores repletos de detalles y complejidades que mucho procede cohesionar hacia las formas finales de la mayor aprobación ciudadana y legislativa posible. En lo que no puede incurrirse es en postergar la optimización de funciones públicas que atan a este país a algunos lastres del subdesarrollo. Que generan incompetencias que restan respaldo al Estado y al sistema democrático del cual se llega peligrosamente a renegar en estos tiempos. Demos paso a las adecuaciones de estas reformulaciones.