El tren que traerá pensiones no llenaría los cometidos. La protección a los dominicanos que en algunos años irán entrando a la edad de retiro solo augura pagos mensuales extremosamente bajos de menos de una tercera parte del último salario percibido como consecuencia de incapacidades derivadas de imperfecciones del sistema que debe sustentar la asistencia.

Lo histórico en materia de remuneración a los trabajadores indica que en República Dominicana el factor de producción de menor costo para las empresas es el laboral pues, el ingreso promedio actual no les llega a RD$30.000 y los jornales mínimos fijados por resoluciones siempre han quedado por debajo del costo de la vida por quintiles.

Vista la dinámica implacablemente rezagada en la actualización de ingresos, para el común de los dominicanos no habría forma de cubrir necesidades esenciales post retiro, pues la tendencia universal es hacia costos de vida más altos.

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El capital pensionista, con todo y lo enorme que resulta por cotizaciones y rendimientos en el mercado financiero, necesita una alimentación mayor que las injusticias salariales no aportan y que la informalidad de la economía, más grande que la formal, le niega.

El futuro de las coberturas poco solidarias a jubilados depende por ahora de una estructura sin equidad en la captación y distribución del dinero que generan los trabajadores subordinada a débiles fuentes nutricias y con la más importante de ellas, que es la laboral, golpeada por insuficiencias salariales.