El triste caso de Claudio Nasco

El triste caso de Claudio Nasco

El horrendo crimen perpetrado contra el comunicador Claudio Nasco, el último de una serie de tragedias similares ocurridas en años recientes durante las cuales han muerto conocidas figuras, contiene una serie de situaciones que deben puntualizarse para el dominio público.

Hay un ostensible auge de las prácticas homosexuales en nuestro país, aireado desde Estados Unidos a partir de 1969 con la aparición de organizaciones de liberación gay, que se extendieron hacia América Latina y Europa. Ahí no se pedía ya la tolerancia de la sociedad, sino que se proclamaba el orgullo de ser homosexual, reclamando que sus reivindicaciones apareciesen en los programas de gobierno y de los partidos políticos. Ese boom mariconil ha estimulado elementos nocivos en la conducta de un segmento de la juventud, como la drogadicción, la perversión y la promiscuidad, a raíz de la cual muchos adolescentes no estudian ni trabajan, se prostituyen; viven de los favores sexuales que venden a gays, lesbianas, travestis y demás congéneres, pero también en el mercado turístico. Caen seducidos o comprados, víctimas de la ambición personal, los falsos valores, la precariedad y la agresividad de degenerados oferentes. Aprenden a sobrevivir apelando a la infidelidad, al chantaje y a la extorsión.

La promiscuidad sobresale entre las múltiples razones para considerar insana las relaciones homosexuales y lésbicas, junto a la doble moral que caracteriza a destacados profesionales de apariencia varonil, quienes luego descubren su personalidad gay y para darle riendas sueltas a sus deseos contra natura, acuden a los barrios a seducir o comprar favores sexuales de jóvenes carenciados, llenos de atributos físicos, pero peligrosos, pues son capaces de cometer el peor de los delitos por dinero.

Eso explica el asesinato de Claudio Nasco, víctima de la prostitución homosexual más abyecta.

 

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