El triste éxodo invertido de los sureños dominicanos en España

El triste éxodo invertido de los sureños dominicanos en España

La llegada masiva de dominicanos a España inició a principios de los años 90. La mayoría procedía de la empobrecida región suroeste y, dedicándose a la construcción, la hotelería, el trabajo doméstico y otros oficios humildes, esta gente empezó a mejorar la realidad de sus familiares en República Dominicana.

Pero desde hace algunos años, las cosas no son como antes. Así lo cuentan criollos como Mario Féliz, oriundo de Vicente Noble y con décadas de vida en esa nación.

“Antes yo llevaba dos trabajos y por lo menos le enviaba dinero a mi familia. Ahora les mando miseria. Estamos sin trabajo mi mujer y yo. No tenemos recursos para enviarles lo suficiente”, explica con el acento españolizado que seguro adquirió en sus largas horas de jornada como obrero de la construcción, una actividad hoy casi nula en Madrid.

Pero los que lograron aprovechar la bonanza para instalar sus propias pequeñas empresas tampoco escapan del impacto de la crisis económica. El caso de Fátima Perdomo Díaz, KuKi, es solo uno de muchos. Se atribuye la instalación de la primera peluquería en la capital española hace más de 20 años. Un negocio en el que, según recuerda, la gente hacía filas para recibir sus servicios. Pero ahora, luego de abrir un total de tres salones de belleza, sólo se quedó con uno, y no tiene ni la cuarta parte de clientela de antes.

Las ayudas económicas que cada mes enviaban a sus parientes los dominicanos en España también han disminuido considerablemente. Propietarios de agencias de envío de remesas estiman que los servicios “han bajado mucho… bastante. Entre un 30 a un 45 por ciento”.

María Ventura lo comenta con palabras sencillas. “Yo enviaba frecuentemente cada mes y ahora mando cada tres meses”, detalló.

Autoridades dominicanas en España. El diputado electo por los dominicanos en Europa, Marcos Cross, también llegó a España como inmigrante en 1991. Esa experiencia, sumada a los siete años que se desempeñó como cónsul en Madrid, le permiten conocer el problema muy a fondo.

De acuerdo a Cross, “la gente ha dejado de trabajar pero nunca ha dejado de enviar. Toma prestado, empeña sus joyas o trabaja unas horas y envía una pequeña ayuda. Pero no deja de enviar porque hay unos padres, unos hijos y familiares que viven de las remesas de los dominicanos en el exterior”.

Entre sus propuestas legislativas, asegura que el tema del retorno digno de los dominicanos que residen fuera del país tiene una importancia central.

El Consulado Dominicano en Madrid cada semana recibe decenas de dominicanos en busca de asistencia económica e incluso ayuda para regresar a su país de origen.

Frank Bencosme dice que debido a esa situación el consulado se ha convertido en una oficina de trabajo social. “Cuando una familia, que hace tan sólo ocho meses vivía establemente, viene con una orden de desahucio y que podrían ir a la calle, el consulado no puede quedarse ajeno”, expresa apenado el funcionario. Agrega que “esto está trayendo muchos problemas. Se están incrementando, incluso, las muertes de los dominicanos por problemas de salud relacionados con el estrés”.

Este escenario lleva de vuelta a República Dominicana a miles de personas que en muchos casos se ven obligados a regresar a casa con las manos vacías.

Impacto en el sur dominicano. Tras más de dos décadas de éxodo masivo hacia España, los municipios de Bahoruco, Independencia y Barahona han sido los más favorecidos con las remesas de estos migrantes.

De Vicente Noble, Barahona, procede un gran porcentaje de los dominicanos que viven en España. La calidad de vida de los pobladores de este municipio, que, como los de su entorno, tradicionalmente subsistía gracias a la agricultura, mejoró sustancialmente con la presencia de unos 10 mil inmigrantes en España.

Entre 2002 y 2007 este poblado sureño era beneficiado con cerca de tres millones de dólares en remesas, equivalentes a unos 70 millones de pesos. Cada familia recibía una ayuda desde España que promediaba los 20 mil pesos y la mayoría de las viviendas pasaron de las paredes de madera y los techos de zinc y cana a convertirse en casas lujosas de concreto con parqueos que incluían vehículos costosos.

Sin embargo, a los pobladores de este municipio desde hace algunos meses les ha tocado sentir severamente el impacto de la crisis económica de la “Madre Patria”.

Se detuvo la construcción. La parálisis casi total de las edificaciones en el pueblo es la principal evidencia de que aquella bonanza ha quedado en el pasado.

Según el síndico municipal, Domingo de los Santos (Savín), las construcciones “han bajado un 80% porque esas casas las hacían españoles y esposas de españoles que venían de vacaciones aquí. Pero a raíz de la crisis ya son pocas las que se están haciendo”.

Santos pondera que cerca del 50 por ciento de los vicentenoblenses ha logrado emigrar hacia España. Pero no pocos han tenido que retornar de manera definitiva al poblado.

Así ocurrió con Susana Reyes, quien volvió en noviembre pasado por la situación económica y el desempleo. Luego de 18 años de permanencia en Madrid y reagrupar a su familia en esa ciudad, lamenta que todos terminaran desempleados y que, para colmo de males, sufriera una trombosis cuando intentaba regresar a España para esperar por unos meses los papeles de la nacionalidad que depositó recientemente.

De vuelta a la agricultura y otros oficios. Algunos han instalado sus propios negocios, pero otros han tenido que volver a la siembra de rubros como el plátano, que tradicionalmente ha formado parte del sostén económico de Vicente Noble.

Empresas como la importadora de vehículos en la entrada del pueblo lucen abandonadas, como símbolo de los años de pujanza del pueblo. “Muchos  están vendiendo sus vehículos, haciendo hipotecas y tienen en venta sus casas y algunas propiedades que adquirieron en el momento que la cosa estaba buena allí”, dice el abogado Saturnino Céspedes con voz alarmada.

Los que nunca emigraron. Luis González, nunca emigró. Su trabajo como animador de fiestas y anunciador de los funerales del pueblo le ha permitido ver de cerca la otrora bonanza de los migrantes y ahora su duro retorno.

Asegura que “más de 100 motoristas penetraban cada fin de mes a Vicente Noble a llevar remesas. Cada vicentenoblense le enviaba a sus padres hasta 50mil pesos. En algunos casos, dos guaguas llenas de vecinos iban al aeropuerto a recibir a los que venían de paseo. Hoy vienen en transporte público y así mismo se van. Como si no fueran viajeros”.

*****El tema fue abordado ampliamente por los periodistas Edwin González, quien viajó al Sur, y Crismeidy Ureña, desde Madrid en un trabajo audiovisual presentado el pasado sábado en el programa Zona 5, de Telemicro.

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