El triste sueño de las mujeres inmigrantes

El triste sueño de las mujeres inmigrantes

SONIA VARGAS
En Europa, lugar donde hay una fuerte presencia de migración femenina, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a finales del 2005 solo en España el 67.97 % pertenecía a la República Dominicana.

Cada una de estas mujeres con una historia diferente, pero algo en común: todas con un mismo sueño; en su mayoría madres solteras, salieron de sus países en busca de una mejor situación económica para ellas y sus hijos, darles a éstos un techo y educación, convierte a estas mujeres en fuertes muros para poder sobrevivir a esta migración, que después de llegar a esas tierras todos esos sueños son desvanecidos, cuando enfrentan a la realidad.

He visto mujeres de diferentes lugares cómo se ahogan en sus penas, después de ver frustrados sus sueños, unas que otras salen adelante, y los ve realizados; a otras les ha pasado el tiempo y ya no son aquellas niñas delgadas, hermosas, y vigorosas que emigraron de sus países dejando sus familias endeudadas e hipotecadas para salir en busca de un futuro mejor, y embarcarse en ese sueño que vende la migración, en busca de mejores condiciones de vida, sueño que al final se ha convertido en la peor de las pesadillas.

Unas dejaron hijos que hoy no los conocen, porque después de 10, 15 y 20 años pasados por sus vidas fuera de esas criaturas, criados por sus parientes cercados, sin la presencia de ellas. La mayoría de estos niños, hoy con múltiples problemas sociales, con rabia y dolor frente a una sociedad que les quitó su madre, porque los tuvo que dejar para ir en busca de una mejor vida, o buscar lo que cada niño tiene derecho, que es la educación, salud y vivienda.

Llevadas ellas a ese triste camino que conduce emigrar, después de pasarse la vida venciendo obstáculos en una sociedad donde llegaron y no las acepta, donde tienen que pasar múltiples procesos de integración en una sociedad acogida que generalmente las rechaza.

Este rechazo se produce mediante la imposición de leyes restrictivas, que limitan el derecho de libertad, de circulación de las personas, procedentes de países empobrecidos, y en función de estereotipo, según los cuales se achaca a la población inmigrante la existencia de delincuencia, prostitución o la falta de trabajo.

Es necesario señalar que esta integración está mediatizada por la pertenencia a un sexo determinado de tal forma que son las mujeres quienes incrementan más dificultades y sobre las que pesan más estereotipos.

Esta discriminación al género femenino lo comienzan a sufrir desde sus países de origen, que comienza con la sociabilización genérica que se transmite a niños y niñas, desde la familia, la escuela y los medios de comunicación, y se traduce entre otras cosas en una escasa representación de la mujeres, en determinados ámbitos laborales, en una baja participación de éstas, en las esferas del poder y toma de decisiones y el no reconocimiento, de muchos de sus derechos.

Esta madre que aun trascurrido el tiempo todavía no ha podido cumplir su sueño, y hoy sumergidas y ahogadas en ellas mismas, ya frustradas física y emocionalmente están sumergidas en drogas y el alcohol, y la familia que dejaron después de tantos años, todos destruidos, también de igual manera.

Lo más triste a todo esto es que se niegan a regresar a sus paises de origen, donde con toda razón expresan que una sociedad que no las acogió en los mejores años de su vida, y no les dio la oportunidad cuando podían ser útiles, donde jamás encontraron la oportunidad de quedarse para no abandonar sus familias intentando todo tipo de esfuerzos, ellas hoy convertidas en la hilacha que dejó el paso de la migración no pretenden regresar.

Cada emigración de estas mujeres es un dolor para contar, unas ya totalmente envejecidas, con más de 50 años, que esperan en estos países una triste pensión que les da el país para su retiro por años de servicios, una triste pensión que les permitirá recordar por el resto de sus vidas, que dieron lo mejor de si a un país, donde salieron a buscar un sueño con la firme idea de regresar algún día a sus tierras.

La triste realidad de esta migración me hace reflexionar y digo esto demuestra cómo los procesos migratorios no son ajenos a la discriminación de género vigente en la sociedad actual, que adjudican un papel pasivo a las mujeres estereotipadas que nada tiene que ver con su realidad, a raíz de los datos existentes, esta discriminación, sustentada únicamente en el hecho de haber nacido con determinado sexo.

Trasciende a categorías sociales como la edad, la etnia, a la que pertenezca, así como a su origen y residencia.

Es una dolorosa manera de envejecer, cuando lo que uno aspira ya en esta etapa de la vida es llegar a tener plenitud absoluta, tranquila, dando amor a todos los que nos rodean, y disfrutando ya de los descendientes, como son los nietos y los hijos de los nietos. Qué triste sería envejecer con tanto dolor.

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