El triunfo de la pintura desde Colombia

El triunfo de la pintura desde Colombia

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 Cuando hoy dan prominencia a la instalación, el video y a la “performance”, cuando menosprecian  las categorías llamadas tradicionales, resulta particularmente reconfortante admirar solo pintura y comprobar que está vigorosa, aun en las nuevas generaciones…

La exposición “Arte colombiano. Cuatro décadas de la colección de Suramericana” en el Centro León,  brinda esa fruición,  al través de casi cincuenta artistas y más de sesenta  obras, abarcando la creación pictórica moderna y contemporánea. Ahora bien,  siendo el arte colombiano uno de los mejores, si no el mejor,  de América Latina, esta representación valiosa es necesariamente una pequeña parte, no solamente de tanta riqueza creativa secular, sino del patrimonio de  Seguros Sura.

Colombia es una nación latinoamericana con la cual mantenemos relaciones culturales privilegiadas, y en las artes visuales, tres de sus mayores maestros que volvemos a encontrar aquí, Enrique Grau, Fernando Botero y Manuel Hernández, han expuesto individualmente en Santo Domingo, sin que olvidemos  la  participación colombiana en nuestras bienales del Caribe y otras individuales. El impresionante conjunto de pinturas presentado en Santiago significa, pues, una bienvenida oportunidad para apreciar a la vez dimensión y fuerza, virtuosidad y refinamiento, vigencia y dinamismo, como cualidades inherentes a un arte nacional y una colección empresarial. El curador de esta colectiva es Alberto Sierra, quien también tiene la responsabilidad curatorial permanente.

La exposición.  La museografía siempre posee importancia en las presentaciones del Centro León, relacionada con el desarrollo del guión y la índole de cada exposición: aquí nos lleva, cronológicamente, por una evolución, por aquella simbiosis de permanencia y renovación que caracterizan al arte colombiano.

Pedro José Vega, experto de la geometría en el espacio, da entrada a la exposición con una propuesta mural abierta, reproduciendo la obra de Beatriz González -incomparable pintora (ya) contemporánea y predilecta de la famosa crítica Marta Traba-. El montaje destaca sobriedad, soltura y claridad.

Lo que calificaríamos como una excelente introducción a la modernidad, enseña que ya desde principios del siglo XX se iba definiendo un arte colombiano dotado de rasgos propios que perduran: el dibujo sólido y omnipresente en la pintura, con un verdadero virtuosismo en el paisaje y su construcción como primera manifestación poderosa de un arte nacional, donde la acuarela rivalizaba con el oleo, viniendo después la habilidad del retrato y el dominio del cuerpo humano. En una fehaciente selección de diez artistas, descubrimos a Debora Arango y la mordacidad de su retratismo.

Ahora bien, el visitante se sobrecoge ante la pared principal y las obras de quienes podemos considerar como pintores cimeros de Colombia, con una o dos telas.  De Enrique Grau, que nos hizo el honor de su amistad, figuran la encantadora y soterradamente cruel imagen de la “Cazadora de mariposas”, parte de una serie del 1972 y típica de sus extrañamente sofisticadas criaturas, y  “Flores”,  casi legible como abstracción por el vigor del tratamiento. Por cierto, una virtud frecuente de la pintura colombiana consiste en una suerte de continuidad entre lo abstracto y lo figurativo, este pudiendo leerse simultáneamente en  puros términos de espacio y forma, color y materia. A ese respecto, de los dos Alejandro Obregón, preferimos el “Jardín fantástico”, todo misterio y magia, paroxismo de pinceladas, ritmos y luminosidad, una personalidad inconfundible.

Una excelente obra de Fernando Botero ilustra increíblemente lo que él decía: “Quiero pintar siempre como si estuviera pintando a una fruta (…). Cuando uno ve  un Cézanne, no duda de lo que pensaba en este momento, uno ve una fruta, una pintura”. Por esa razón, sus exquisitas “Variaciones sobre Cézanne” ejercen un efecto ‘encantatorio’ puro… de pintura y colorido. Aunque evidentemente muy distinto y en principio distanciado de cualquier representación, el “Signo eco señal” de  Manuel Hernández, se sitúa, casualmente, en una misma gama cromática, y sobre todo permite enfatizar el extraordinario dominio del color en la pintura colombiana -¡ayer y hoy!- Luego, nos hizo recordar con emoción la gran retrospectiva que presentó recientemente en Santo Domingo. 

En los cuadros de David Manzur siempre estamos buscando una mosca… aquí presente en esta imagen extática de “Santa Teresa”, dibujo/pintura formidable entre geometría y neoclasicismo.

Anecdóticamente, parece que los pintores colombianos no compartían nuestra repugnancia frente a ciertos insectos: existe un bellísimo dibujo de Enique Grau, ¡una joven mirando con lupa a una cucaracha! También los objetos más cotidianos y anodinos seducen a los artistas… y su interpretación retroalimenta la fascinación contemplativa.

Así ¡cuánto placer procuran los cuadros de Santiago Cárdenas, de un realismo especial e implacable, mucho más sutil que el fotorrealismo, donde el “trompe-l’oeil” y el dibujo a línea se vuelven metamórficos, integrando  superficie y fondo en el “Tablero”, una joya pictórica… Mencionar la cotidianidad doméstica nos hace recordar  la sobresaliente etapa de los muebles, instalación y pintura, de Beatriz González, que siempre provoca el entusiasmo en una segunda lectura -aunque su obra aquí parezca menos espectacular-. Indudablemente, es un ícono, y por ello abre la exposición. 

Ciertamente, como bien lo señaló un visitante, cada pintor, cada cuadro, ameritaría un comentario que continuaremos en una próxima entrega. Y, con plena razón, Germán Rubiano Caballero subraya la heterogeneidad  como rasgo común del arte colombiano, sus estilos individuales y su originalidad frente a las tendencias del arte contemporáneo. Es indudablemente una gran virtud.

LA FRASE

Rafael Emilio Yunén

«Se ha hablado mucho del nuevo realismo y de la nueva producción artística que caracteriza al arte latinoamericano de las últimas décadas. Como se muestra en esta exposición, en el caso de Colombia estas características se pueden apreciar en una gran variedad de trayectorias, estilos y períodos.»

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