El triunfo del pueblo haitiano

El triunfo del pueblo haitiano

LEANDRO GUZMÁN
El triunfo de René Preval en las elecciones generales de Haití no puede verse como un hecho aislado, sino como parte de una serie de acontecimientos que tienen que ver no solamente con el deseo del pueblo haitiano de restablecer la democracia, sino de lograr mejores niveles de vida que le permitan sobrevivir con dignidad, siempre con el respeto a su soberana independencia.

Es casi seguro que el ahora presidente Preval tendrá que enfrentar el enorme reto de hacer que retorne la estabilidad en Haití, para dar paso a posibles reformas económicas y sociales, para lo cual necesariamente tendrá que contar con el respaldo de la comunidad internacional y, sin duda alguna, de la República Dominicana, que es la nación más afectada por la situación actualmente prevaleciente en la vecina nación.

Preval es un hombre inteligente, que ha sabido manejarse con prudencia no obstante sus pasados vínculos con el ex presidente Jean-Bertrand Aristide, de quien fue primer ministro.

Su triunfo para retornar a la presidencia, demostró que el pueblo haitiano tuvo la suficiente entereza no solamente para votar por quien consideró el mejor representante entre todos los candidatos, sino también para reclamar pacífica y masivamente que se respetara la decisión que había expresado en las urnas.

Eso significa que el pueblo haitiano no es nada torpe como algunos quieren presentarlo, en un vano intento para descalificarlo como uno de los principales actores en el escenario latinoamericano, donde hace más de dos siglos causó sensación al ser el primer país de América, negro por demás, en lograr su independencia. Esto ocurrió el 1 de enero de 1804.

Preval tiene en lo adelante el enorme reto de pacificar a Haití, primero, para lograr confianza en el sector turístico y atraer la inversión extranjera, con el específico propósito de crear empleos, que tanto necesitan los haitianos. En segundo lugar, convencer a la comunidad internacional de que a partir de ahora no tiene excusa alguna para no otorgar respaldo económico a Haití, bajo el entendido de que los fondos que se asignen estarán realmente destinados al desarrollo, sin manejos turbios, como ha sido tradicional en nuestros países.

En el aspecto político, sería saludable que Preval tratara de gobernar con un proyecto de unidad nacional, que permita un período de transición organizado, con una meta que podría considerarse prioritaria: lograr la desocupación de las fuerzas extranjeras, fuente de irritación entre los haitianos que tienen por orgullo sus ideales independentistas.

En cuanto a la República Dominicana, que depende mucho de la mano de abra haitiana, tanto en la agropecuaria como en la industria de la construcción, pero que además está afectad por al desbocada inmigración ilegal, una de las primeras tareas de Preval es buscar la forma de que haya una estructura migratoria que permita por lo menos iniciar la solución de ese problema, que no es tan fácil como algunos creen.

No hay dudas de que el Gobierno Dominicano tendrá un mejor entendimiento con Preval que con sus antecesores. El hecho mismo de que Preval haya dicho que el primero país que visitará tras juramentarse, será la República Dominicana.

Nosotros anticipamos que será calurosamente recibido, contrariamente a lo que ocurrió hace unos meses cuando el presidente Leonel Fernández, en busca de nuevos entendimientos, visitó Puerto Príncipe, donde las turbas se lanzaron a las calles para repudiarlo, culpándolo de incidentes en que se vieron involucrado haitianos ilegales, en los que nada tuvo que ver el Gobierno Dominicano. Los candidatos haitianos perdedores, entre los el ex presidente Leslie Manigat que obtuvo menos del 12 por cierto de los votos, deben admitir francamente que la mejor manera de lograr que Haití supere su crisis, es colaborando con el nuevo presidente. Los que deseen hace un oposición democrática que lo hagan, pues esa es precisamente una de las reglas de la democracia.

Nosotros nos alegramos sinceramente del triunfo de Preval. Ojalá no nos decepcione. En Haití triunfó el pueblo, y al pueblo hay que respetarlo, por encima de todos los intereses políticos y económicos de las grandes potencias, casi siempre empeñadas en mantener una oscura visión de la realidad de nuestras naciones. Si lo que se quería era una solución democrática al problema haitiano, ahí está. El 7 de febrero marcará un nuevo hito en la historia de Haití, cuando se celebraron las elecciones en las que el pueblo haitiano triunfó.

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