Los resultados hablan de los aciertos de nuestra política de desarrollo turístico, también explica la campaña con un solo discurso de periodistas y periódicos de derecha en los Estados Unidos, tratando de fijar la mentirosa percepción de inseguridad del turista en el país.
Cometimos el error de dejarnos arrastrar por el triunfalismo, de conformarnos con citar tendencias del momento, repetir que recibimos seis de cien millones de turistas que visitan la región de América Latina y el Caribe. Es cierto, los números dicen que podemos sacar pecho, pero olvidamos desarrollar una estrategia efectiva para defender la marca país y la condición de potencia turística en el Caribe. De otra manera no se explica porque, con certidumbre, todavía no se identifican los sectores que pagan la campaña negativa, en la que sin duda participan competidores que recelan del éxito de nuestro turismo playero.
Del que habla el dato de crecimiento que computa el Banco Central con cuentas satélites, nos dice que interanual el turismo (hoteles, bares y restaurantes) aumentó un 9.7% en valor (a precios corrientes) y 7.23% en volumen (a precios constantes) en el periodo 2015-2018. Y como resultado la contribución directa e indirecta al PIB ha venido de menos a más, de 4.7% y 451 millones de dólares en 1991, a 7.6% y 6,163 millones de dólares en 2018, cuando ocupó a 315,761 personas, el 14.3% de la fuerza laboral. Es decir, a uno de cada 7 trabajadores, número que aumenta cuando se incluye el impacto en otras actividades relacionadas, como la de proveedores que sirven a los hoteles.
Para el Banco Mundial cada persona ocupada en el sector genera otros dos empleos indirectos en los servicios complementarios, potencial cuantitativo al que agrega la movilidad social. Frecuente es la historia de trabajadores que empiezan haciendo el trabajo básico y con perseverancia, entrenamientos y preparación académica han llegado a gerente. También de que en hoteles y restaurantes alta es la proporción de mujeres en cargos ejecutivos.
Como una de las funciones de la oposición política es ofrecer soluciones, sin ambivalencia debe rechazar la campaña negativa, deben evitarse retrasos en planes de inversiones y garantizar estabilidad del empleo en el sector. Debe ser el discurso, aunque al mismo tiempo reconozca la necesidad de mejorar la distribución de ingreso, la actividad se caracteriza por concentrar en el capital el grueso de los beneficios que genera.
El lector curioso lo puede comprobar con un simple cálculo: multiplicando el elevado rendimiento anual del inversionista por la relación capital/PIB turístico. El ejercicio para el 2018, por ejemplo, nos dice que por mucho el capital obtuvo la mayor cuota del PIB sectorial, la diferencia es el salario del trabajador y los impuestos cobrados por el gobierno.
Distribución que debe cambiar para en el mediano plazo sea cosa del pasado la realidad que tenemos: uno de cada cuatro dominicanos es pobre; 2.6 millones de personas habitan hogares con ingreso per cápita inferior a 4 dólares por día. La barrera se puede superar, una manera de hacerlo es con el turismo rural, enseñando a familias pobres y muy pobres a generar ingresos gestionando alojamientos, rutas turísticas y dando a conocer tradiciones, gastronomía y artesanía.