El Turismo en Santo
Domingo y su vecindad

El Turismo en Santo <BR>Domingo y su vecindad

La zona costera del sur del país, que se extiende desde el río Higuamo hasta la Bahía de Ocoa y limitado al norte por la Cordillera Central, ofrece una serie de características inigualables para el turismo, en donde la enorme densidad poblacional de Santo Domingo, San Pedro de Macorís y San Cristóbal, contribuyen a despertar la imaginación de las autoridades e inversionistas aportando los ingredientes para su aprovechamiento.

Hasta mediados de la década del 60 del siglo pasado, con Sosúa en el norte y Boca Chica en el sur, se conocían sólo como las playas a donde viajaban centenares de dominicanos y escasos extranjeros, para disfrutar de sus bellezas, del sol y del baño. Playas como Najayo, Palenque, Juan Dolio, Palmar de Ocoa, Nizao y Guayacanes permanecían casi ignoradas y con escasas vías de acceso.

Los escasos hoteles de la capital ofrecían alojamiento a los extranjeros que venían en misiones diplomáticas, técnicas o de negocios.

 Los pocos atractivos no eran estimulantes para que se avivara una actividad, que en esos años de la década del 60 y siguientes, no estimulaba inversiones en hoteles, restaurantes o en museos y tiendas de artesanía.

Una vez, cuando se restauró el Alcázar de Colón, se creyó que se iniciaba una nueva etapa de la Ciudad Colonial. Fue en la década del 70 cuando el gobierno inició el rescate y adecuación de las edificaciones, que perduraban y se desmoronaban desde el siglo XVII con la recuperación del mismo Alcázar, del Museo de las Casas Reales, Palacio de Borgellá, el Panteón Nacional, la catedral e iglesias coloniales, la Torre del Homenaje. Poco a poco se le devolvió a la ciudad ovandina su brillo original.

Todavía la ciudad colonial, pese a tantos atractivos, no acaba de sacudirse de su persistente ruta hacia la extinción, donde ahora una comisión oficial tratará de modificar lo que turismo, y otras autoridades del patrimonio colonial, no han podido llevar a cabo para evitar su progresivo deterioro.

Las playas del sur central, desde Juan Dolio a Palmar de Ocoa, han ido mejorando sus entornos, y las gentes, interesadas en atraer visitantes, se esmeran en proporcionar las facilidades indispensables para una agradable estadía en esos baños marinos que constituyen el atractivo que buscan los turistas y dominicanos.

Las montañas, cercanas a la capital, atraen a muchos que disfrutan del clima, del paisaje y de la paz de las montañas. De ahí que La Colonia y Cambita así como El Manaclar en Baní y el entorno de San José de Ocoa contienen los recursos para atraer más visitantes, siempre y cuando se mejoren sus carreteras.

Los atractivos turísticos de Baní, San Cristóbal y San Pedro de Macorís decaen por la casi inexistencia de una estructura que realce la historia y vida de esas comunidades.

La capital lo tiene más organizado, y en consecuencia, el visitante puede entretenerse al compartir la playa con museos, arte, casinos, buenos restaurantes y tradiciones.

Los museos municipales, las tiendas de artesanías, de comida y dulces típicos del sur central deben consolidarse, y los esfuerzos aislados, canalizarlos, de forma que existan las condiciones para desarrollar el turismo en un polo que poco caso se le hace.

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