¿El turno de la sociedad civil?

¿El turno de la sociedad civil?

CÉSAR PÉREZ
La evidente pérdida de optimismo sobre el futuro de nuestra economía, el empeoramiento de las relaciones entre el gobierno y el principal partido de oposición, el agravamiento de los déficit en la oferta de servicios básicos para el discurrir de la vida cotidiana y de la producción, el incremento de la inseguridad ciudadana y de los pronunciamientos destemplados de muchos dirigentes de una clase política que no deja de ser errática, plantea un problema de cuya solución no están ajenos la sociedad civil y algunos sectores políticos.

Días antes de la primera comparecencia del presiente de la República ante el Congreso, se anunció un acuerdo entre este y los congresistas del Partido Revolucionario Dominicano, PRD, mediante el cual el jefe del estado se comprometía a dejar sin efecto la cancelación de centenares de funcionarios de la anterior administración, a cambio de que estos legisladores le aprobasen algunos proyectos considerados vitales para su gobierno. El carácter espurio de ese llamado acuerdo comienza a ser evidenciado por acciones a todas luces erráticas e insólitas, tanto del gobierno y su partido, como de la oposición.

En efecto, llama la atención que días después del referido acuerdo, con presidente de la República fuera del país, un funcionario de segunda categoría del presente gobierno allana una oficina de un ex alto funcionario de la pasada administración, que prácticamente hecha por la borda dicho lo acordado. Varios altos dirigentes del PLD, al mismo tiempo alto funcionarios del tren administrativo del estado, dan declaraciones donde de manera velada, aunque mal disimuladas, advirtiéndole al presidente que no se puede pactar acuerdos que garanticen la impunidad de los ex funcionarios sospechosos de cometer actos de corrupción.

Esta misma semana, la segunda persona de más poder en el partido y en el gobierno, después declara que las auditorias hechas en algunas dependencias gubernamentales, arrojan irregularidades que de conocerse «se estremecería el país» y que no la dan a conocer porque están en fase de terminación, además, varios funcionarios se pronuncian sobre el desastre encontrado en su ministerio o su dependencia a su cargo.

Al igual que las anteriores autoridades al asumir sus cargos, denuncian los más escandalosos actos de desorden y corrupción, pero al igual que aquellas, las presentes sólo se quedan en la retórica, sin asumir ninguna acción responsable al respecto. Esa circunstancia, más las actitudes de unos congresistas de un partido de oposición inmerso en profundos problemas internos, sin dirección ni norte definidos, nos dicen que los principales dirigentes de la clase política dominicana no tienen ideas claras sobre hacia donde dirigir este país.

La interminable guerrita entre el PLD y PRD, que azuzan tanto el uno como el otro y que ha sido uno de los tantos problemas que afectan la gobernabilidad en este país, ha llevado a que las malas relaciones entre ambos hayan llegado a un virtual laberinto sin salida y sin retorno. Del PRD, inmerso en su crisis de dirección y de identidad es poco probable que salga alguna propuesta, del PLD, que parece no tener un líder capaz de establecer una línea de acción coherente para enfrentar ése y otros problemas cruciales por lo que atraviesa el país, tampoco ha de esperarse una propuesta seria que supere ese factor de crisis del sistema político dominicano.

La superación de los factores crisis que se ciernen sobre el sistema político, que lo enrarecen y le impiden encontrar salidas a temas básicos para que este fluya, es una responsabilidad compartida entre el gobierno y la oposición, pero la permanencia y acentuación de los eternos problemas de los largos apagones, de la falta de combustibles de todo tipo y de la contracción de la actividades económicas tanto productivas como de servicios y de la creciente inseguridad ciudadana, son de exclusivas responsabilidad del gobierno.

Sin embargo, la dilatada presencia del presidente de la República en diversos escenarios que poco tienen que ver con los temas antes señalados, la apuesta en megaproyectos y el mantenimiento de una línea de política económica que pudieron ser viables en su primer mandato, pero que hoy ya hacen agua y la aparente desintonía entre este y varios funcionarios y altos dirigentes del partido de gobierno, sólo presagian que dentro de poco este gobierno será percibido como un gobierno viejo, sin positivas perspectivas de futuro.

Ante esa realidad, la sociedad civil dominicana tiene que plantearse que su escenario de lucha tiene que trascender el limitado ámbito de la simple denuncia y del testimonio. Cuando en una sociedad la clase política crea un sistema del cual no se identifican fuerzas políticas capaces de cambiar el estado de cosas, como parece ser nuestro caso, la sociedad civil debe asumir una actitud que la sitúa en una perspectiva de acción en un plano que irremisiblemente se convierte en político.

En la década de los 80 tanto en América Latina y en Europa de Este, los malos gobiernos y una clase política sistemáticamente errática provocaron una circunstancia como la arriba descrita, es posible que nos estemos conduciendo hacia ella. De eso hablaremos en otra entrega.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas