El último adiós a Napoleón Padilla

El último adiós a Napoleón Padilla

[b]Señor director:[/b]

Pardo Llada me llamó para que fuera con urgencia a la casa de Napoleón Padilla. Allí conocí a Padilla junto a su distinguida esposa, Marcela. Nos preparó una comida árabe ya que vivieron en Arabia por varios años. Marcela, dulce, jovial y con carácter riguroso le decía a Napoleón que escribiera sus libros. Napoleón me entregó un manuscrito sobre la vida de Pardo Llada en Cuba. Todo el libro lo teníamos listo, pero Pardo dijo que no deseaba que Napoleón publicara esas memorias. El tiempo pasó.

Napoleón urde la trama de cómo Hipólito podía convertirse en presidente. En una reunión en su hogar se tramaron dos fórmulas especiales diseñadas por Napoleón. La primera, convencer a Milagros Ortiz Bosch de que fuera candidata a la vicepresidencia con la anuencia de que en las siguientes elecciones se le permitiría postularse por el PRD. Cuestión que el tiempo dijo que no era cierto. Milagros se bebió su jarabe y pensando en ello, Napoleón ganaba su primer episodio en la maniobra política que se tramó en su casa.. La segunda trama, fue el de ofrecerle al doctor Joaquín Balaguer lo que quisiera en cambio de que fuera sin añadiduras políticas a las elecciones. Hipólito se fue a trabajar con el paquete en Dominicana.

Cuando logró amarrar eso, Napoleón de inmediato me llamó a mi hogar y me dijo: «prepárate que vamos a morir en el tumulto.» Y así fue. Hipólito Mejía se metió a Balaguer en el bolsillo y cuando los peledeístas trataron de renegociar la segunda vuelta, ya era muy tarde. A Milagros la hizo soñar más que a Pilarín.

Algo muy curioso fue cuando Hipólito, a los días de haber

ganado las elecciones, llamó a Napoleón y le dijo que visitaría su casa siendo presidente de la República. Napoleón me llamó de nuevo y me dijo que llevara sodas y que pasara por Pollo Tropical que esa era la comida dilecta del presidente. Así fue. Llegué a la casa y toda la cubanía esperaba a Hipólito Mejía en la casa de Napo, como cariñosamente yo le llamaba. Hipólito se desmontó del vehículo en que viajaba. Yo le abrí la puerta de la casa de Napoleón y salí al frente para tomar fotografías. Hipólito ahora caminaba diferente. Parecía que ni quería pisar con los pies el

mugroso césped que tanto lo había pisado antes. Todos los cubanos fueron a saludarlo. Napoleón observaba desde el frente de la puerta de su casa ese espectáculo muerto de la risa. Hipólito se acercó y le dijo a Napoleón: «Ahora soy el presidente electo de la República Dominicana.» Piensa y estima que todavía no es el presidente dominicano. Parecía caminar anestesiado. Entró y se sentó en la mesa del comedor. Las llamadas llueven.

Ordena que todos se vayan. Que regresen a las cuatro de la tarde. Napoleón, los cubanos y este servidor nos quedamos para la plática mayor. Hipólito comienza a ordenar comida. A renglón seguido viene el tema de la reelección. Napoleón apuesta con Hipólito que se va a reelegir. Hipólito le dice que le apuesta 500 dólares a que no se reelige, porque no cree en esa vaina. Con el tiempo, creo que Hipólito no le pagó los 500 dólares a Napoleón.

Segundo tema. Napoleón le plantea a Hipólito luego que se quejó de que en palacio los ‘comesolos’ no dejaron ni un lápiz, de que en un gesto de grandeza el primer o segundo decreto que debía firmar Mejía era el perdón del Presidente Ladrón Dominicano, Salvador Jorge Blanco. Hipólito se quedó absorto. Le gustó la idea así como le gustó luego el carguito. En ese mismo instante me di cuenta que las cosas no marcharían bien. *Oyeme, Raimundo: )quiere irte para Santo Domingo a trabajar con Napoleón? Le dije, señor presidente utilíceme en lo que usted desee, pero no deseo

regresar a Santo Domingo. Y así fue. Me quedé en Miami. Napoleón se fue. Se sentía bien en su despacho trabajando con Luis. Sufría mucho y siempre me decía que los dominicanos no se merecían un hombre como Hipólito. Yo le dije que quizás Hipólito no se merecía el favor de los dominicanos. El tiempo me dio la razón.

Napoleón Padilla me llamaba con frecuencia desde Palacio Nacional. Me explicaba que tenía las maletas echas para regresar a Miami, porque los comunistas asediaban toda esa urbe y le había sugerido a Hipólito que dejara de coquetear hasta con los chavistas que no salían de la residencia del presidente y Napoleón cuando sucedía eso, optaba por trancarse en su dormitorio.

Napoleón Padilla amaba mucho a su Cuba. En muchas ocasiones escribió artículos en el Listín Diario defendiendo al Exilio de Miami. También con Don Cuchito Alvarez mantuvo una relación muy sólida y escribía en el diario Hoy. Yo le recomendé que escribiera allí. Pardo Llada lo había hecho y un servidor, también.

El tiempo pasó. Yo me fui del entorno del presidente. Napoleón se quedó. Se sentía más dominicano que cubano. Me dijo en una ocasión cuando le preparábamos la agenda al presidente que, estaba muy cansado y que deseaba partir pronto con Marcela su esposa que se había ido primero. Dios le concedió las peticiones de su corazón. Ambos murieron de cáncer.

Ambos descansan en paz.

El que tenga oídos para oír que oiga.

Por la paz

Daniel Efraín Raimundo

Director

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