El último bastión de la cultura:
El Teatro Nacional

El último bastión de la cultura:<BR>El Teatro Nacional

El Teatro Nacional está inmerso en una serie de actividades para celebrar el 37 aniversario de su fundación, que desde aquel momento se convertiría en la única esperanza de salvaguarda de la cultura, cuando en 1973 ya se vislumbraba el inicio del fenómeno de transformación social, que amenaza los valores culturales de antaño.

Por espacio de 37 años, la sala principal del teatro ha sido receptora de grandes espectáculos de renombrados artistas, que en sus presentaciones, le ha permitido al dominicano codearse con las estrellas del arte, que de otras maneras no hubiese sido posible disfrutarlas.

Al mismo tiempo, para sostenerse, ya que la asignación presupuestaria apenas les alcanza para cubrir sueldos, se ha visto en la necesidad de ceder su sala principal y las demás para la presentación de espectáculos populares, que muchas veces no encajan en los lineamientos y solemnidad de una sala de la cultura. Ese arte popular, elevado en su categoría musical, ha contribuido a que mucha gente disfrute en mejores condiciones a sus artistas favoritos, en lugar de ir a un night club o una sala de baile.

Hace poco días, el Teatro Nacional y el país tuvo el honor de recibir a uno de los mejores directores de orquestas sinfónicas, Daniel Barenboim, que comandando la orquesta West-Eastern Divan, integrada por una mezcla de músicos jóvenes palestinos, israelitas, árabes y españoles, nos ofrecieron soberbias y hermosas interpretaciones de cinco sinfonías de Beethoven en magistrales combinaciones de lirismo, sonoridad y hermosura interpretativa, que todavía en los corrillos culturales del patio se habla de ese excelente regalo musical.

Ahora mismo se inicia otra etapa de la temporada sinfónica con una diezmada orquesta, con la amargura de verla desmotivada por las incertidumbres con sus salarios. Ha sido necesario que una empresa telefónica asuma generosamente el sostenimiento de la OSN, apoyando sus futuras presentaciones, borrando la angustia de si hay o no conciertos, ya que a los músicos no se les pagaba a tiempo o muy mal.

El Gobierno tiene una marcada indiferencia a los aspectos de alta cultura musical, resaltando su desinterés a una actividad que no es su prioridad, distinto al gran entusiasmo que exhibe cuando se trata de patrocinar e impulsar artistas populares de la bachata, reguetón y merengue de calle, que atraen a las grandes masas, como ocurrirá la próxima semana en el Estadio Olímpico.

El Teatro Nacional es un sólido soporte para la cultura y fundamento para evitar su extinción. De ahí que su estructura física debe ser atendida para restaurarla y llevarla a su original esplendor, tal como se hizo con el Palacio de Bellas Artes, y la vez, introducir los equipos modernos de sonido e iluminación que garanticen un sólido funcionamiento de la entidad que sobrevive con precariedades en medio de una sociedad, cuyos valores ya no son las altas expresiones del espíritu.

La labor cultural del Teatro Nacional ha perdurado a través de los años, gracias a los valiosos ciudadanos y ciudadanas que han estado al frente de la institución, volcando todos sus entusiasmos y empeños en la salvaguarda de su prestigio, que para muchos funcionarios y políticos es un mal necesario en un medio más empeñado en cretinizarse, buscando las manifestaciones populares de la música.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas