El último Don

El último Don

M. DARÍO CONTRERAS
Con este nombre, el afamado escritor norteamericano, Mario Puzo, bautizó su penúltima novela publicada en 1996, como secuela a su más renombrada obra intitulada El Padrino, llevada a la pantalla en tres entregas con la actuación del fenecido actor Marlon Brando en una de ellas.

Hoy los dominicanos escuchamos casi a diario el apodo del Don aplicado a un «humilde» hijo de la frontera domínico-haitiana, quien en escasos años se convirtió en el Padrino y el Don de la zona que cubre desde San Juan de la Maguana hasta Elías Piña. Su inmensa fortuna, amasada en forma vertiginosa, le granjeó amistades y complicidades con renombrados personajes de nuestra política y nuestros institutos armados, habiendo sido premiado con el rango de Capitán del Ejército Dominicano por sus «desinteresados» servicios a la patria.

¡Que bueno es repartir aquello que se obtiene con facilidad o que es ajeno, producto de maniobras ilegales, en complicidad con los supuestos salvaguardas de nuestro patrimonio nacional! También los capos colombianos mostraban semejante humanidad con los vecinos de sus enclaves mafiosos y mucha gente humilde lloró sus muertes, al igual que lo que sucedió aquí con el ajusticiamiento del dictador Trujillo. Somos ahora testigos de cómo muchos de los que se beneficiaron de la amistad y generosidad del Don dominicano, niegan trato alguno con el ex capitán E. N. Quirino Antonio Paulino Castillo.

Quizás el sonado caso de nuestro Don no hubiera saltado a la primera página de los periódicos nacionales si no fuera porque la DEA – la agencia antidrogas norteamericana – ha estado siguiendo la pista de dicho sujeto desde hace un buen tiempo. No queremos con esta afirmación disminuir el celo de nuetros cuerpos especializados en el combate del narcotráfico, pero era improbable que las cosas en el reciente pasado hubieran ido muy lejos considerando los nexos existentes entre el poder político y nuestro afamado Padrino de Elías Piña.

Quizás hoy existen los elementos necesarios para desenmascarar toda esta urdimbre de complicidades, que ha convertido a nuestro país en terreno propicio para el dominio del lavado del dinero mal habido y de la delincuencia internacional, socavando la integridad de nuestra juventud e impidiendo edificar una sociedad más justa y democrática. Debemos alzar nuestras voces como ciudadanos comprometidos con el país e instar y apoyar los esfuerzos de las autoridades responsables de aplicar justicia. De lo contrario, lloraremos como niños lo que no pudimos defender como hombres.

Es hora de que la gente decente de este país exija sus derechos y deje de seguir actuando como plañideros que sólo saben lamentar el estado de cosas en clubes privados, reuniones familiares y salones de bellezas. La ética pública y la privada son dos caras de la misma moneda: no se puede sostener la doble moral que nos ha caracterizado como pueblo. Precisamente, Mario Puzo, en sus libros sobre la mafia, destaca como los capos y sus subalternos actuaban con un conjunto de valores en sus negocios ilícitos y con otro en sus vidas familiares, algo no muy alejado de nuestra realidad nacional. El nuevo año 2005 es propicio para que tomemos la determinación individual de adecentar, en la medida de nuestras posibilidades, nuestra sociedad y nuestras instituciones. Invito a mis conciudadanos, como es mi caso, a que se busquen un perro prieto por si sienten algún temor ante los malos dominicanos que debemos desplazar de la principalía que han mantenido sobre nuestras cabezas, nuestras vidas y nuestro bienestar económico como nación.

¿Será Paulino Castillo el último Don dominicano? O, por el contrario, ¿existen ya quienes han de tomar su lugar?

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