El último libro del doctor Gómez Bergés

El último libro del doctor Gómez Bergés

JOAQUÍN RICARDO
En su último libro, una especie de autobiografía, el doctor Gómez Bergés aborda en él distintas épocas y diferentes temas. Acerca de este último aspecto hay situaciones descritas en el referido libro que merecen ser objeto de aclaraciones y rectificaciones, pues parece que al autor lo obnubiló la pasión, restándole la necesaria objetividad para referirse a temas en extremo complejos.

Todo parece indicar que el escritor y político ha tratado de plasmar su verdad, habida cuenta de que en el alma de cada uno de nosotros hay una convicción interna que nos orienta. Es el discernimiento personal que nos guía. Pero es un discernimiento falible, que puede caer en errores ya que no somos perfectos ni totalmente objetivos, sino que muchas veces estamos sobrecogidos por los prejuicios y el oportunismo.

Reitero que existen muchas situaciones de las enfocadas en el libro del compatriota y amigo doctor Gómez Bergés acerca de las cuales pudiera emitir mi opinión, que necesariamente no coincidiría con la del autor, mas por el momento sólo voy a referirme a la que concierne a su fallidas aspiraciones a la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos, episodio al cual le dedica 115 páginas en el II tomo de su obra, pues tengo la obligación de defender la trayectoria y la voz que se apagó el 14 de julio de 2002, así como defenderle  de las imputaciones, de los términos peyorativos y del juicio sumario que “post mortem” le formula el autor.

Antes de iniciar mi exposición, deseo expresarle al doctor Gómez Bergés que él, como todo político, siempre ha tenido sus ambiciones, legítimas por demás, aunque está en cada uno el saber frenarlas y hacer uso del sentido de la oportunidad.

El doctor Gómez Bergés siempre ha hecho lo que le ha parecido más conveniente. Sólo hay que recordar la actitud asumida por el presidente del Movimiento Nacional de la Juventud ante el doctor Balaguer, a fin de obtener cargos para sus seguidores. En 1978, cuando Don Moisés Loinaz renunció a la senaduría que había ganado por la provincia de Puerto Plata en las elecciones de ese año, el doctor Gómez Bergés, nacido en Joba Arriba, sección de Gaspar Hernández, pudo probar entonces que ese municipio pertenecía a Puerto Plata, logrando así ser escogido como senador en lugar de la personalidad renunciante. De igual manera, en 1982, le aceptó al doctor Salvador Jorge Blanco la Embajada de la República ante la Santa Sede. Tiene, naturalmente, todo el derecho de actuar de esa manera.

En lo que concierne a sus fallidas aspiraciones a la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos, el doctor Gómez Bergés acusa al fenecido presidente Joaquín Balaguer de su derrota y cita cuatro situaciones como prueba. En primer lugar, la licencia que por 90 días le concedió a su regreso de Quito, después de haber votado a favor del levantamiento de las sanciones a Cuba, designando en su lugar al fenecido Fabio Herrera Cabral como titular interino de la cartera de Relaciones Exteriores; en segundo lugar, señala la crisis militar de mayo de 1975; en tercer lugar menciona la reunión de los miembros integrantes de GEPLACEA en nuestro país, y le atribuye a la misma “un carácter desestabilizador” para su candidatura, y en cuarto lugar habla de un viaje del fenecido Ramón A. Castillo a Washington, para entregar un mensaje del doctor Balaguer al gobierno de los Estados Unidos, expresando en dicho mensaje su desautorización a la candidatura del doctor Gómez Bergés.

Al terminar de leer las 115 páginas en las que el autor  intenta justificar sus errores, se podría pensar que el doctor Gómez Bergés, como el Minotauro, quedó preso en el laberinto y no tuvo la suerte de Teseo de encontrar el hilo de Ariadna. A saber: nos encontramos en la década de los 70, época en la cual se agudizaba la rivalidad ideológica entre los dos polos hegemónicos que existían en el Orbe. La lucha por el control mundial entre Rusia y los Estados Unidos de América se encontraba en unos de sus momentos más ríspidos.

Al parecer, a pesar de su experiencia, el doctor. Gómez Bergés sucumbió en las redes de la agenda particular que para el continente esbozaban los señores cancilleres de México, Emilio Rabasa, y Gonzalo Facio de Costa Rica. Todo luce indicar que el movimiento para levantar las sanciones impuestas a Cuba por el organismo regional era parte de la agenda de los honorables señores ministros anteriormente mencionados. Cuando ellos visitaron el país, el doctor Balaguer les prometió una posición más flexible con relación a Cuba, según se expresa en la página 231 y 260 del segundo tomo de la obra “Balaguer y yo: La historia”. Más flexible, doctor Gómez Bergés, no significa levantar las sanciones, sin olvidar que a pesar del país no tener relaciones diplomáticas formales con Cuba el presidente Balaguer mantenía relaciones comerciales, educativas, culturales y deportivas con esa nación, y lo hacía con un estado que era acusado por la potencia imperial continental de auspiciar guerrillas y desestabilizar gobiernos en todo el hemisferio, sin que escapara de esta acusación nuestro país. Cuando el Dr. Gómez Bergés, sin consultar con el Presidente de la República debido a su calidad de jefe de la diplomacia dominicana, decide votar en favor del levantamiento de las sanciones, comete un error que le desvanecería su sueño de ser electo secretario general de la OEA, pues aunque señala en la página 241 de la obra antes citada que el doctor Balaguer había dado instrucciones de “votar con la mayoría, no tomar partido con ninguno de los bloques en pugna, ni tomar liderazgo en la reunión”, el doctor Gómez Bergés tenía que haber consultado con el doctor Balaguer y debió también sopesar el efecto que este voto afirmativo tendría en ese momento en el Pentágono y el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, sin importar las frases diplomáticas que se emitan de neutralidad. Sólo hay que ver que a pesar de que la mayoría votó por el levantamiento de las sanciones, 31 años después el gobierno de Cuba no ha sido reintegrado al seno de la OEA. La licencia otorgada era, pues, la única alternativa que le quedaba al doctor Balaguer como forma de desligar al país de la decisión personal del doctor Gómez Bergés y disipar cualquier interpretación que pudiera dársele a esa decisión.

En lo que concierne a la crisis militar, el doctor Balaguer no la creó, la misma fue la resultante de un franco intento de desestabilización por los militares renunciantes, algunos de ellos amigos por cierto del autor del libro. Es innegable que la designación de Nivar Seijas implicaba una profunda investigación alrededor de hechos y circunstancias lamentables que estremecían al país. El presidente Balaguer actuó con la responsabilidad que siempre le caracterizó y tomó la decisión más conveniente para el país, como siempre lo hizo.

En lo que concierne a la reunión del Grupo de Países Latinoamericanos y del Caribe Exportadores de Azúcar (GEPLACEA), a la que el doctor Gómez Bergés le asigna “un carácter desestabilizador, tenía en esos momentos una gran importancia, debido al supuesto temor de los Estados Unidos de América de que estas naciones formaran un cartel parecido al de los países exportadores de petróleo (OPEP). Resulta curioso observar cómo mi amigo Gómez Bergés antepone su interés personal al interés del país. El azúcar era entonces nuestro principal rubro de exportación y el doctor Balaguer permitió que fuéramos anfitriones de una reunión tan importante no sólo para la República Dominicana, sino también para los demás países del continente que exportaban azúcar.

En lo que respectaba al envío del señor Ramón A. Castillo con un mensaje para el gobierno de los Estados Unidos de América, me luce muy poco probable que el presidente Balaguer hiciese algo similar, y de haberlo hecho hubiese utilizado otros canales para hacerlo llegar. No obstante, estoy seguro que de haber remitido algún tipo de mensaje, el mismo estaría plasmado en algún oficio interno dirigido a un funcionario del Departamento de Estado. Si el referido recado fue clasificado, es decir vedado su acceso al público, han pasado más de 30 años por lo que ya esos documentos han sido desclasificados y podría obtenerse alguna copia de dicho mensaje. Mientras tanto, para quien suscribe, este supuesto mensaje no trasciende, hasta prueba en contrario, la esfera de las simples especulaciones.

Tengo la impresión de que la candidatura del doctor Gómez Bergés fue promovida por los cancilleres de México y Costa Rica a cambio del voto dominicano para levantar las sanciones a Cuba en la OEA, pues finalmente tanto Facio como Rabasa votaron a favor de Orfila en las últimas rondas de votación, y los Estados Unidos rompieron su silencio e hicieron público su apoyo a la candidatura de Argentina.

Por todo lo que he expresado, me parece que el doctor Gómez Bergés, con todas sus buenas intenciones, fue triturado por la “Realpolitik” y nada tuvo que ver con su derrota el “intrigante, absolutista megalómano” que tantas posiciones de importancia le brindó, tal vez más que a ningún otro joven meritorio de los muchos que existían entonces en el Partido Reformista y en la República.

Para terminar estas breves aclaraciones, el autor de la obra “Balaguer y yo: La historia”, como Pigmalión, es un hombre enamorado de su propia obra. Sin embargo no debe olvidar que Pigmalión pudo disfrutar de Galatea gracias a que Afrodita, compadecida de este amor, le insufló el soplo de vida. De igual manera, el doctor Gómez Bergés pudo disfrutar y aún lo hace de posiciones y oportunidades gracias a la benevolencia del “insidioso” doctor Balaguer.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas