El ultramachazo

El ultramachazo

Cuando llegué a su casa encontré a mi amigo conversando con la esposa, posadas sus anatomías en sendas mecedoras.

-Mario- dijo ella con cara risueña- estoy en estado de gestación después de varios años de esterilidad injustificable, porque mi madre salía embarazada hasta por contemplar durante buen tiempo un hombre que la atrajera.

– Si, hermanazo- añadió él- mi mujer tiene en la panza un futuro machote mujeriego y bebedor.

– Eso lo sabe solamente Dios. Sería bueno que pensaras en la posibilidad de que fuera hembra, ya que mi madre tuvo cinco hijas, y ningún varón – expresó la esposa, antes de estallar en carcajadas.

Por el rostro de mi amigo cruzó una expresión sombría, que duró posada allí varios  segundos.

– ¿No sabes que macho da macho? No tuve mucho trato con tu padre, porque murió poco después de que nosotros nos metiéramos en amores, pero por la cantidad de mujeres que engendró, parece que llevaba escondido un pájaro chouí.

La mujer pegó un brinco, y acercó tanto su rostro colérico al del marido, que creí que le iba a aplicar una mordida en la nariz.

– Un momento- dijo, hablando lentamente- papá era un hombre auténtico a quien nadie le atribuyó propensión volátil en sus ochenta años de vida, mientras a lo mejor a ti te sale una venita cundanga antes de marcharte hacia el otro mundo.

-Mire, carajo, a mí hasta el olor natural del hombre me molesta- replicó el marido, irguiéndose en su asiento con pose de autosuficiencia machista.

El discurrir de los meses llevó una hembrita a la familia, y la esposa me contactó por la vía telefónica para decirme que el hombre estaba de un humor de perros por esa causa, y que me acercara por la casa para calmarlo.

Y como Dios misericordioso compensó con algo de inteligencia el haberme negado atributos estéticos, quemé algunas neuronas buscando argumentos valederos para realizar aquella encomienda.

-Óigame, caballero- le dije, mirándolo fijamente, mientras la esposa seguía con atención mi discurso la tarde que los visité- Mucha gente considera que el hombre verdaderamente macho procrea hembras, precisamente porque le gustan mucho las mujeres. Eso tiene lógica, y la niña es una demostración de su condición de hombre a toda prueba.

Debido a ese “razonamiento”, mi amigo acogió en buena forma el nacimiento de las tres hijas que tuvo después.

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