El único sendero

El único sendero

Para el ciudadano común, Alemania está marcada por una especial inclinación hacia la economía. Dos eventos que acontecieron en el siglo XX son decisivos: la Primera y Segunda Guerra Mundial. El Tratado de Versalles, que le impuso penalidades extremas, ayudó a crear una hiperinflación que generó en el pueblo alemán una obsesión hacia medidas que pudieran ser inflacionarias. Mientras que la Segunda Guerra Mundial creó profunda duda en el resto de Europa hacia Alemania, cuyas economías fueron altamente beneficiadas por el extraordinario y generoso Plan Marshall.

Estas apreciaciones son ciertas, pero creo que, en gran medida, la posición que asume Alemania hacia la economía se sustenta en tres aspectos esenciales que anteceden a estos dos eventos que sacudieron al mundo, llevándola a  crear esa inclinación  permanente  hacia la productividad. Éstos son:

1. Las raíces luteranas. Martín Lutero, en el siglo XVI, creó una revolución que cambió, radicalmente, actitudes religiosas, sociales del alemán. En su libro “La Libertad de un Cristiano” sintetizó lo que consideraba el principio fundamental del cristiano al expresar: “un cristiano debe ser perfectamente libre de todos y perfectamente servidor consecuente de todos”. Partidario de la creación de un fondo común en pueblos y campos, para los que necesitaban ayuda, pudieran recibirla con una condición: una vez recuperada  su situación, devolver lo recibido, estableciéndose un profundo sentido de responsabilidad, solidaridad colectiva y frugalidad, recreándose a la vez un alto nivel de empoderamiento ciudadano y de autoestima. Esta actitud fue adoptada por los católicos y se entronizó permanentemente con la emergencia de un Estado secular.

2. La educación dual alemana, desde el siglo XIX, orienta al joven al estudio permanente para que esté preparado a las demandas cambiantes que impone el mercado laboral. Este proceso es una labor conjunta del Estado, de los gobiernos locales, las compañías, las uniones laborales y la familia. El estudio de la primaria es  demandante, y mediante un proceso riguroso e imparcial de selección se eligen, al final de la primaria, aquellos estudiantes que van a la secundaria tradicional con el propósito de continuar en las universidades. Los menos aplicados ingresan a una institución especial: una especie de politécnico y Educación Secundaria, que dura 6 años, en las que se preparan como trabajadores altamente especializados en decenas de oficios técnicos. Al finalizar este proceso, los jóvenes de mayores actitudes podrían optar por la universidad, pero ya preparados para ser obreros de alta calificación y remuneración, obteniendo una sólida estabilidad económica y  social.

3. Existe la creencia de que la economía alemana descansa  en la eficiencia y excelencia de sus grandes corporaciones. Ahora, donde reside  el enorme poderío es en  su pequeña y mediana empresa familiar (Mittlestand) que inició a principios del siglo XIX. Estas proceden, apoyados por las instituciones educativas y el gobierno, a buscar su nicho de producción y exportación; y mantienen una obsesión con la competitividad y la reinversión. Como indican estos datos:

• El 80.1% de todas las empresas poseen de 1 a 9 empleados; y el 15.5% tienen de 10 a 49 empleados.

• Y crean el 75% de los puestos de trabajo y representan el 59.3% del PBI.

Aunque hay mucha resistencia interna, a Alemania le toca mantener y, quizás, aumentar la ayuda para llevar a feliz término la grave crisis de la Eurozona, desde luego,  asumiendo que los países de la periferia continúen, pero, a nuestro juicio, a un ritmo más lento, tomando las medidas correctivas. Un fracaso del euro estremecería  la economía mundial y la de todos esos países, incluyendo Alemania. La gerencia de la crisis de la Eurozona al utilizar, en los dos primeros años, medidas parciales e incrementales, los perdió: ¿por qué?: ante una crisis profunda, la utilización de medidas parciales se transforman, inevitablemente, en factores que profundizan y extienden la duración de la misma.

El único camino para que un país logre un progreso económico, sólido y sostenido es cuando se trilla el sendero del ahorro, de la frugalidad, de la solidaridad colectiva, manteniendo una obsesión por la  productividad y la competitividad.

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