El uso de nuestra riqueza

El uso de nuestra riqueza

Hasta hace unos pocos años atrás, los llamados ricos de República Dominicana eran fáciles de identificar. Eran claramente conocidos y distinguidos en la sociedad.

Ellos eran los dueños de los reducidos medios de producción como las tierras, el ganado, la insipiente industria, el comercio y los bancos.

Sin embargo, hoy se puede ver muchos recursos en manos de gente que usted ni se imagina.

Ya cualquier apellido es dueño de una enorme fortuna.

Se trata de una riqueza salida del ejercicio corrupto de la política, del saqueo, del narcotráfico, de la explotación, de la mentira, de la trampa, del engaño, de la pesa falsa, del contubernio, de la componenda, de la injusticia, de la maldad, del robo, de la extorsión y hasta de la industria de la muerte, entre otras tantas diabluras.

Y así como es de malo su origen, también lo es el espíritu que la administra.

Con ella se fija una gran distancia humana: los pobres-siempre más pobres-, son arrinconados en lo que podrían ser los guetos europeos, mientras los poderosos adquieren lujosas viviendas en residenciales exclusivos, se pavonean por calles de renombres en autos de lujos-Porsches, Bentley, Hummer, Lamborghini-, visten fino, degustan manjares, viajan de placer…

Es que se trata de una riqueza banal, egoísta y mezquina; usada solo para complacencia de una clase exclusiva mientras que el resto del pueblo vive en penurias.

Noruega es una de las naciones más ricas del mundo, tiene solo en reserva la suma de 800 mil millones de dólares. Pero es una riqueza usada para que a nadie le falte nada. Allí todo funciona y todo el mundo come y viste. Nadie le rompe los ojos a nadie con nada banal o fantasioso.

La riqueza produce para todos.

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