El valor de la familia

El valor de la familia

El fundamento de toda sociedad es la familia. Se trata de una institución fundada por el mismo Dios.

Gracias a las virtudes divinas que el Señor puso en ella, se sostiene y se desarrolla por el amor entre padres e hijos, esposa y esposo.

La relación familiar es tan importante que Dios mismo se identifica a la raza humana como el Padre de todos, entendiéndose que esta es la única figura fuerte y viable capaz de poder transmitir el significado del amor, cuidado, atención y preocupación del Señor por todos.

Esta figura es empleada, también, dentro de la Trinidad: Dios el padre y Jesús, el hijo.

A un líder grande que vela por una comunidad, un grupo o todo un pueblo se le designa como padre.

Pero ser padre no es sólo engendrar. Hay responsabilidades muy importantes que deben ser asumidas.

Sin embargo, conviene que el compromiso de familia se asuma siempre por la fuerza del amor y no por el imperio de la ley. Aunque se puede, obligar a un hombre a que cuide de un hijo mediante la fuerza del derecho no tiene mucho sentido.

Es mejor tener a alguien que ame de verdad aunque no sea el padre biológico que recibir algo de alguien que no lo sienta en el corazón. Así hay menos traumas.

El Estado debe tener la potestad de quitar un hijo a un padre biológico que no cumpla con su deber y que sólo actúa como verdugo traumatizando a sus seres queridos.

Un padre verdadero es un gran proveedor, un ser amoroso con sus vástagos, un maestro de valores y un protector.

Y los hijos deben cooperar con el hogar en la medida de sus capacidades y posibilidades.

Siempre deben honrar a sus progenitores.

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