El valor de la fe en un Presidente

El valor de la fe en un Presidente

BOSTON. Poco antes de morir, Dwight D. Eisenhower elevó una plegaria a Dios con el propósito de arreglar cuentas con él y de encontrar paz para su alma.

El presidente número treinta y cuatro de Estados Unidos, durante el período 1953 1961, tenía la convicción de que hay un más allá después de esta vida donde se habrá de tomar notas de nuestros hechos aquí en la tierra.

«Yo quiero estar seguro de que mis pecados han sido perdonados…En este momento eso es lo más importante para mí», dijo al ministro religioso que le asistió.

Al reverendo Billy Graham le tomó unos minutos abrir las páginas del Nuevo Testamento y hablarle sobre la obra expiatoria de Cristo en la cruz del Calvario.

«Oremos entonces», pidió Eisenhower. Con sus manos sostenidas, Graham lo condujo en la plegaria y, al termino de la misma, el presidente lo miró con una sonrisa en sus labios. «Muchas gracias. Ya estoy listo para irme».

Eisenhower no era el único presidente en externar este gran interés por lo espiritual.

Momentos después de asumir la presidencia, John F. Kennedy manifestó una gran preocupación por la condición moral y espiritual de su nación. Incluso, se propuso de manera abierta zanjar las diferencias creadas entre católicos y protestantes durante todo el proceso de campaña. Por eso fue muy común vérsele participar en actividades religiosas como el Desayuno Nacional de Oración y caminar publicamente con importantes líderes religiosos.

Para los mandatarios norteamericanos, la fe llegó a jugar un papel importantísimo y decisivo en los momentos de grandes dificultades.

Durante la crisis que se produjo con los misiles cubanos, Kennedy acudió varias veces a la oración y a la orientación espiritual.

En una carta enviada a un gran líder religioso, Lyndon B. Johnson expresó lo siguiente: «Suelo recordar aquellas ocasiones íntimas en la Casa Blanca cuando tu compañía me ayudó a sostenerme como presidente en momentos de serias dificultades…Nunca nadie sabrá cuanto aliento y ayuda trajiste a nuestra familia». Contó siempre con un ministro que fue su mano derecha durante las ocasiones duras de su mandato.

Johnson manifestó, además, otra gran preocupación: no simplemente tomar decisiones, sino tomar las correctas. «Es que cada decisión afecta a todos los demás de forma diferente» planteaba.

Cuando se le presentó la oportunidad de tener que elegir a su vicepresidente, tenía una lista de nombres, pero no sabía a cual de ellos escoger. En medio de las claudicaciones, entró a su habitación y tras una consulta a su consejero espiritual, escogió a Hubert Humphrey.

Quienes le conocían muy de cerca, afirman que Johnson elevaba todas las mañanas una oración de rodillas ante su cama.

Una de las instrucciones que dejó para lo que sería su funeral fue que se predicara ante su ferretro el evangelio. «Digánle a la gente cómo llegar al cielo».

Aparte de ser dado a los amigos y entregado a la familia, Richard M. Nixon era otro presidente entregado a la fe. Leer la Biblia y orar lo había heredado de su madre.

Su momento de mayor crisis fue cuando el escándalo Watergate.

Cuando el caso empezó a tener fuerza en los medios de comunicación y en el mundo político, Nixon empezó a orar. Estaba consciente de que no sólo tenía grandes y fuertes enemigos, sino que estaba a merced de ellos.

Con el paso de los años solamente su confidente espiritual dijo que después de haber orado con él, las lágrimas empezaron a correr por las mejillas del presidente. Luego, el guía religioso le aconsejó declarar toda la verdad sin ningún temor y con todo el peso de la responsabilidad.

Al tomar el juramento como el presidente número treinta y ocho, Gerard R. Ford pidió al pueblo norteamericano que lo confirmara como su presidente a través de la oración.

Entre todos estos mandatarios citados, Jimmy Carter es posiblemente quien mejor resumió la valoración que debe tener un presidente sobre su vida espiritual y sobre Dios.

«Para mí, Dios es real. La relación con él es algo muy personal. El Todopoderso ha estado siempre en mi vida. El me ha dado orientación cuantas veces he acudido a su ayuda. Debemos permanenetemente desarrollar una conciencia nacional que luche por el bien. Y esto no significa ser más poderoso o autocratico, sino más amoroso, comprensivo, compasivo y lleno de humildad».

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