El valor de la fe

El valor de la fe

Por más que lo intente,  al hombre le resulta sumamente difícil vivir sin practicar alguna creencia. Y esto ha sido una realidad presente en todas las sociedades desde la aparición misma del ser humano en la tierra.

Esta tendencia se ha manifestado aunque sean diversos los objetos y sistemas ideológicos espiritualistas.

Con el paso de los siglos, sistemas religiosos como el cristianismo, el budismo, el mahometanismo, entre otros, han logrado no sólo penetrar diversas culturas, pueblos y naciones del mundo, sino que mantienen, además, un perfil de crecimiento impresionante.

 Es que el hombre, a pesar de los adelantos científicos, culturales, económicos y tecnológicos no ha sido capaz de sentir plenitud en su ser interior al margen de los sistemas de fe.

Los que se lanzan a la búsqueda de una realización sólo a través del trabajo, el afán por lo material, el hedonismo, el poder, el reconocimiento humano y, hasta, la vida loca, tarde o temprano terminan convencidos de que algo les falta, pues tienen la sensación de un vacío enorme en su “hombre interior”, según lo define el apóstol Pablo.

Paradójicamente, la misma lucha por estas cosas responde al deseo interno de encontrar realización.

Las frustraciones son evidentes y, en ciertos casos, catastróficas. Hay quienes  terminan aferrados a una botella de licor,  a las drogas,  a las pastillas o sumergidos en una depresión permanente y en un estado de ansiedad y de angustia interminable. Sin embargo, es increíble el estado de paz, armonía, felicidad y de transformación-en todo el sentido de la palabra-que experimenta el ser humano cuando practica con devoción algún tipo de religión, creencia o sistema de fe.

En el nivel profundo, esto domina el ego y todo afán desbocado por cosas en la vida.

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