El valor de la imagen

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Poder sin liderazgo. En cualquier escenario, llámese sociedad, empresa, institución o familia, para ejercer el poder con equidad, solidaridad, respeto a la dignidad humana y obtener resultados que trasciendan, será necesario conocer y poner en práctica las condiciones y cualidades intrínsecas del liderazgo sano, visionario y de servicio. Cuando el poder se ejerce sin liderazgo, el clima laboral se convierte en un lugar toxico, que enferma y mata la creatividad del talento humano.

En estos tiempos, donde la ficción parece suplantar la realidad y las palomas dispararles a la escopeta, es común observar a personas blindarse de poder y autoridad, aunque carezcan de las condiciones mínimas para ser líderes transformadores, aparentar que poseen suficiente inteligencia emocional, social, cognitiva y espiritual para conducir por senderos sanos y productivos a sus colaboradores y a las organizaciones que supuestamente dirigen.

El poder al margen de un liderazgo humanista e incluyente, no facilita que las personas y las organizaciones se transformen positivamente. En cambio, cuando los lideres son visionarios y transformadores saben utilizar el poder, la autoridad y la comunicación como recursos estratégicos para influir, entusiasmar y lograr los objetivos deseados, en un ambiente alegre, participativo y creativo.

Para dirigir y alcanzar resultados cuantitativos y cualitativos relevantes, en un ambiente organizacional sustentado en la mejora continua, la participación espontánea, la motivación sana y en el respeto a la diversidad de ideas, será necesario que los que intervienen en la toma de decisiones piensen y actúen más como líderes de servicio, que como jefes inflexibles que abusan del poder.
El talento humano siempre será más productivo y creativo en climas laborales incluyentes, justos, alegres, flexibles y motivadores.

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