Por lo general, los que hoy desacreditan las relaciones públicas son los que no han dedicado suficiente tiempo para estudiar el proceso evolutivo y el rol estratégico de estas, tanto dentro como fuera de las empresas e instituciones. Los que perciben y practican las relaciones públicas como medio para encubrir y justificar lo mal hecho, lo hacen porque ignoran su base ética y humanista. Los que en verdad han estudiado el rol estratégico de las relaciones públicas, afirman que estas son la mejor y más confiable vía para alcanzar los siguientes logros: crear y mantener vínculos sanos, humanizar el discurso y la práctica de las organizaciones, informar continuamente a grupos de interés, prevenir y corregir conflictos, gestionar estratégicamente los intangibles, visibilizar los logros de la obra social que sustentan las empresas, así como establecer buena convivencia entre la producción limpia y la sostenibilidad de los recursos naturales.
Los que conciben las relaciones públicas como herramienta mediática para mentir, manipular la realidad y fabricar percepciones desde la posverdad, carecen de una mirada estratégica y holística de los resultados cualitativos y cuantitativos que se pueden obtener a través de la planificación, ejecución y control de estrategias y acciones tácticas de las relaciones públicas. La época de fabricar mentiras y posicionarlas como verdades inmutables, ya no existe.
Los que alimentan el viejo pecado de repetir muchas veces una misma mentira hasta convertirla en verdad, son detractores del ejercicio ético y profesional de las relaciones públicas. También, son opuestos al quehacer de estas, los que no mantienen la coherencia y consistencia entre el ser/parecer y el decir/hacer. Segmentos importantes de las audiencias actuales reaccionan negativamente contra las empresas, instituciones y personas que les manipulan y mienten sin pudor.