El elocuente discurso pronunciado en el Consejo de Seguridad de la ONU por nuestro Presidente acerca del cambio climático, la deforestación y la necesidad de unificar esfuerzos para controlar sus males, recibió grandes aplausos. La palabra tiene ese don encantador. Entre los seres que habitan la tierra, solo el ser humano tiene el dominio de la palabra. Puede con ella trasmitir distintos sentimientos: de amor, esperanza, fe, confianza, entusiasmo, como también: temor, frustración, desengaño. Su valor depende, no del discurso sino de su autenticidad: la causa que lo motiva, el fin perseguido. Porque la historia se construye, no con palabras que se las lleva el viento y se deshacen como pompas de jabón, sino con hechos reales, contundentes, fehacientes. Usada para embaucar, engaña por un momento como el cuento de la rana y el escorpión.
En estos momentos difíciles, angustiosos que vive nuestro pueblo envuelto en sederías con una aura artificial de bonanza, prosperidad y crecimiento económico, acosado por el creciente déficit fiscal, desorden administrativo, servicios públicos deplorables, desempleo, inequidad social y económico, corrupción e impunidad que desdice una auténtica democracia del pueblo y para el pueblo, fundamentada en los derechos humanos, la independencia y separación institucional de los poderes del Estado, sería oportuno, no ocioso, al cumplirse el 55 aniversario del derrocamiento del Presidente Bosch, refrescar la memoria de los desmemoriados, los motivos del fatídico golpe de Estado, cívico–militar, sus autores intelectuales y materiales, el Pentágono, el gobierno norteamericano.
Exaltar su legado histórico que nos dejara su vida austera y su compromiso como gobernante, ejemplo de moralidad y patriotismo, de dignidad y amor a su pueblo, principal víctima de aquella asonada que frustró su hermoso sueño redentor: vivir en democracia, al amparo de la Constitución y la ley. Sepultada en el olvido por sus antiguos discípulos, vale la pena reproducir esta alocución que cobra singular vigencia. El caso Virgilio Gel.
“Queremos advertir al país que el Presidente de la República no tiene amigos ni enemigos, ni arientes ni parientes. La ley protege a todos los dominicanos, pero la ley también les cae encima a todos los dominicanos que la violen. Esta es una república que tiene que regirse por la ley y la ley no conoce nombres ni personas ni sentimientos ni relaciones familiares. Los funcionarios de este gobierno, los escasos funcionarios de este gobierno que creen que si hacen algo malo el Presidente no se va a enterar, están muy equivocados. Porque el Presidente se entera y envía a la justicia y hace detener a su más íntimo amigo y cercano colaborador para preservar la democracia en este país, mi dignidad e ideología. No me agrada, pero tengo que hacerlo. Yo podré ser derrocado como podrá serlo cualquier otro gobernante de América Latina. Pero en ningún caso este gobierno será deshonrado. Cuando salga del poder tendrán que reconocer mi honestidad. Este gobierno en ningún caso ordenará, ni protegerá, ni encubrirá, una inmoralidad, una maldad o una injusticia.”
Bosch salió del poder triunfante. Con un caudal de riqueza espiritual que no se consigue todo el oro del mundo. Solo la paz interior de la conciencia.