El valor de Najri

El valor de Najri

UBI RIVAS
José Antonio Najri, identico a algunos individuos de quienes me ilusiono son mis amigos, resulta ser como las olas del mar, que vienen y se alejan, esto último más que lo primero, pero esa veleidad del temperamento muy dominicano de manera alguna mella en ápice afectos trenzados de antaño. Certero capitán de empresas, por demás un auténtico “winner” que estructuró su recordado progenitor, don José, siempre ha demostrado connotaciones de eficiencia traducido en logros, ora en su rol de empresario, ora cargando a cuestas con su propio peculio, el sostenimiento de centenares de “compañeritos” de las bases de su PRD.

He sido testigo por más de una veintena de años, aunque ese tiempo no es nada, conforme el decir del Zorzal Criollo que todos los días canta mejor en el aserto de sus fanes insufribles, como José Antonio superaba los apremios en el aserto de sus fanes insufribles, como José Antonio superaba los apremios financieros de esos “compañeritos”, desfilando por su antigua oficina de la JFK, asiento entonces de la Volskwagen y Niva.

Se ha desempeñado con la prudencia, el comedimiento no solamente de su formación gerencial, sino de su gran clase como ser humano, atendiendo con presteza las urgencias variopintas del PRD, sin esquivar responsabilidades, sin decir que no está, estando.

En algunas coyunturas, cuando el PRD ha padecido la recurrencia sinóptica de sus crisis, surgidas por las confrontaciones a lo interno que tan mal parado lo han dejado, de sus reyertas internas que no han conocido límites a las desconsideraciones terribles como las apreciadas por el país en la tórrida y lamentable Novena Convención de noviembre de 1977 en la Asociación de Detallistas del DN, que presencié incrédulo…

Tanto en su rol empresarial como en su faenar político, nadie nunca ha osado alzar una voz de censura al proceder de José Antonio Najri, y su discurso siempre se ha enmarcado en tremolar lo correcto, lo ético, lo principista, el unionismo, la altura en el debate, el trabajo político elevado, decente, sin procura de ventajas egoístas, para hacer al PRD cada vez más fuerte, creíble, idóneo, no el desbarajuste que es hoy día.

Es que José Antonio ha pretendido trasegar las normativas gerenciales del sector privado al terreno encrespado de discordias que es la política vernácula, excenta, con los tres partidos que conforman el comiquismo político, de un proyecto de país y no de pujas personales grupales, como lamentablemente presenciamos hondamente atribulado, hoy.

La reflexión la motiva la reciente declaración del flamante presidente del PRD, ingeniero Ramón Alburquerque, senador vitalico por su nativa Monte Plata, consignada en El Nacional del 29 de julio último, cuando enfatizó: “Ni tonto que yo fuera iba a dejar una joya de amigo y un excelente dirigente como José Antonio, sin proponerle una posición que esté a la altura de su dignidad”.

Las posiciones en los partidos políticos no se asignan, sino que se ganan, sobre todo en estos tiempos últimos, en que la dedocracia felizmente ha sido sepultada con la sepultura (valga la redundancia) de los tres caudillos civiles que arbitraron sus respectivos partidos con singular manejo, símil a una dictadura sin respaldo popular…

Donde tantos emergentes valores políticos fueron castrados en el ánimo, en seco, por el auge inconmesurable de los yoismos caudalosos que los ahogaron.

Aprovechar al máximo la joya de que habló el ingeniero Alburquerque que indudablemente es José Antonio, debiera constituir el principio de un agiornamiento gigante, transformador, robusto para que el PRD no sucumba ante los embates del cualquerismo que lo encharca.

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