El valor del tiempo

El valor del tiempo

POR LEONOR ASILIS
¿Qué prefieres: amar las cosas temporales y pasar con el tiempo, a no amar al mundo y vivir eternamente con Dios?

¿Eres  arrastrado hacia el abismo? Agárrate al árbol. Te arrastra, volteándote, al amor del mundo?

Agárrate a Cristo. Por tí se hizo el  temporal, que continúa siendo eterno para darte la eternidad. San Agustín.

Con estas palabras agustinianas, se remueve nuestro interior para dejarnos atraer al sumo bien, al cielo eterno.

Bien nos exhorta San Pablo en una de sus cartas cuando nos invita a no desanimarnos en nuestra tarea de arrastrar con nosotros a nuestros seres queridos mediante nuestro testimonio. Veamos:

 Arguye, exhorta, reprende con toda paciencia y doctrina. A tiempo y a destiempo.

San Agustín nos explica magistralmente el significado de estos dos conceptos:

A tiempo y a destiempo, ciertamente son cosas opuestas. Ningún medicamento cura en absoluto a no ser que o apliques a su debido tiempo.

Sin embargo, también puede separarse así, insiste a tiempo, de suerte que otro sentido sea éste; a destiempo arguye, y a continuación se entrelace lo restante.

Exhorta, reprende con toda paciencia y doctrina, a fín de entonces te sientas oportuno cuando insistes edificando. Más cuando destruyes arguyendo, no te preocupes, aunque parezca inoportuno, si es que esto es inoportuno para los tales. Y así, las dos palabras que siguen pueden referirse cada una de por sí a las dos anteriores: exhorta cuando insistes a tiempo; reprende cuando arguye a destiempo. Sin embargo, aunque se divida de aquella manera acostumbrada, insiste a tiempo, y si de esta forma no aprovechas, a destiempo; ha de entenderse de tal suerte que tú no abandones en absoluto la oportunidad y, por tanto, tomes lo que se dijo: a destiempo, de modo que, aunque aparentes inoportuno a aquél que no oye de buen grado las cosas que le dices, sin embargo, tú debes saber que esto es oportuno para él y debes mantener el amor y el cuidado de su salud con ánimo apacible, comedido y fraternal.

 Porque muchos, pensando más tarde las cosas que oyeron y cuan justos fueron, se reprocharon a sí mismos más grave y severamente; y aunque aparecieron más perturbados al apartarse del médico,poco a poco, habiendo penetrado el vigor de la palabra hasta la médula, curaron; lo que no sucedería si esperásemos siempre que quien se encuentra en peligro con las carnes podridas se presentase a dejarse quemar o cortar cuando a él le agradara, como hacen los médicos, que por el bien de sus enfermos no hacen caso de sus quejas y actúan. (San Agustín).

En conclusión, seamos generosos con lo que mas vale: nuestra fe.

No nos quedemos solos con ella. La fe crece cuanto mas se da.

Que no nos frene el temor malsano de pensar que  seremos rechazados si anunciamos a los cuatro vientos la verdad que nos salva.

Al contrario, aprovechemos y gocemos cada vez mas la oportunidad que Dios nos da de ser sus testigos y mensajeros.

¡Compartamosla!

 Leonor.asilis@codetel.net.do

Publicaciones Relacionadas

Más leídas