El vejete arbitrario

El vejete arbitrario

Unamuno ganó su cátedra de griego a los 27 años; tenía gran facilidad para aprender las lenguas, muertas o vivas. En carta que escribió al poeta cubano Nicolás Guillén, comentando “Rumba” y “Velorio de Papa Montero”, le dice que ha aprendido el papiamento con la finalidad de leer a los poetas negros de Curazao en su propio idioma. Su erudición era tanta que “Del sentimiento trágico de la vida” ha de leerse “con lupa y peine”, como quien desenreda una madeja de hilo fino. No debe extrañar que haya sido de los primeros en darse cuenta de cosas que ahora los lingüistas nos hacen tragar con la nariz apretada.

Con la nariz apretada se administraban purgantes a los niños a mediados del siglo pasado. “Nuestra lengua misma, como toda lengua culta, lleva implícita una filosofía. Una lengua, en efecto, es una filosofía potencial. El platonismo es la lengua griega que discurre en Platón desarrollando sus metáforas seculares; la escolástica es la filosofía del latín muerto de la Edad Media en lucha con las lenguas vulgares; en Descartes discurre la lengua francesa; la alemana, en Kant y en Hegel, y el inglés, en Hume y en Stuart Mill. Y es que el punto de partida lógico de toda especulación filosófica no es el yo, ni es la representación o el mundo…”

“…tal como se presenta inmediatamente a los sentidos, sino que es la representación mediata o histórica, humanamente elaborada y tal como se nos da principalmente en el lenguaje; por medio del cual conocemos el mundo; no es la representación psíquica, sino la pneumática. Cada uno de nosotros parte para pensar, sabiéndolo o no y quiéralo o no lo quiera, de lo que han pensado los demás que le precedieron y le rodean. El pensamiento es una herencia”.

“El pensamiento reposa en prejuicios y los prejuicios van en la lengua. Con razón adscribía Bacón al lenguaje no pocos errores de la “idola fori”. Toda filosofía es, pues, en el fondo, filología. Y la filología, con su grande y fecunda ley de las formaciones analógicas, da su parte al azar, a lo irracional, a lo absolutamente inconmensurable”. Transcribo una pequeña muestra del estilo del “arbitrario” vejete bilbaíno.

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