ÁNGELA PEÑA
Un hombre de cierta edad vino a la clínica donde yo trabajo para hacerse curar una herida en la mano. Tenía bastante prisa, y mientras se curaba le pregunté qué era eso tan urgente que tenía que hacer. Me dijo que tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con su mujer que vivía allí. Me contó que llevaba algún tiempo en ese lugar y que tenía un Alzheimer muy avanzado. Mientras acababa de vendar la herida, le pregunté si ella se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana.
No me dijo-, ella ya no sabe quien soy yo. Hace ya casi cinco años que no me reconoce.
Entonces, le pregunté extrañado: ¿Y si ya no sabe quién es usted, por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas?
Me sonrió, y dándome una palmadita en la mano me dijo: Ella no sabe quien soy yo, pero yo todavía sé muy bien quien es ella.
Tuve que contenerme las lágrimas mientras salía y pensé: Esa es la clase de amor que quiero para mi vida. El verdadero amor no se reduce a lo físico ni a lo romántico. El verdadero amor es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya no es. (Enviado por Susana Vásquez)