El verdadero espíritu de la navidad

El verdadero espíritu de la navidad

En una sociedad mayoritariamente necesitada de lo más elemental para sobrevivir, amenazantemente desprotegida y donde la injusticia se manifiesta de forma descarada, la solidaridad y la generosidad son bendiciones tan especiales, que logran sensibilizar en frutos palpables y esperanzadores a aquellos enfermos de indiferencia y egoísmo.

[nf]El espíritu cristiano se acrecienta en esta época del año que ciertamente evoca el milagro del amor: el nacimiento de Jesús y la redención de la humanidad. Sin embargo, han pasado miles de años y aún el ser humano no ha entendido el verdadero mensaje de la felicidad y la trascendencia. Su parte espiritual ha sido lentamente aclimatada a un mundo insensible al dolor que padecen nuestros hermanos, se han colocado espejuelos oscuros para no ver que fuera de sus límites privilegiados, existe un conglomerado social que no ha tenido iguales oportunidades y se encuentra desfallecido, esperando la ayuda de sus hermanos, extendiendo sus brazos hacia nosotros para alivianar su pesada carga. No basta ser feliz en nuestro mundo, no basta rodearnos de la alegría de la Navidad con sus luces multicolores y la mesa de Nochebuena repleta de delicias gastronómicas. Para poder disfrutar todas esas bendiciones de Dios, tenemos que ser compasivos, tenemos que compartir, no sólo en estos días de a veces obligada solidaridad, sino siempre. Porque Dios vino para quedarse, en cada uno de los que creen en El, con todo el compromiso que esto conlleva, de entrega incondicional y alegría desbordante.

Es por ello que entendimos necesario, dedicar nuestra edición de Navidad a exaltar la labor de seis distinguidas damas de nuestra sociedad, que representan justamente “el verdadero espíritu de la Navidad”, a través de un trabajo discreto, generoso y auténtico, a favor de los que menos tienen, que ha permanecido a través de los años, creciendo en demandas y en satisfacciones con una clara visión de futuro.

Mary de Marranzini, con la Asociación Dominicana de Rehabilitación; Arelis Rodríguez, de la Fundación Falconbridge; Teresita de Santos, del Hogar de la Esperanza; Rossy de Moore, de La Hora de Dios; Clara Tejera de Reid, del Centro de Integración Familiar, y Lian Fanjul de la Fundación Mir, entendieron y asumieron su propósito en la vida, a través del servicio a los demás. Todas trabajan en instituciones diferentes, unas ofreciendo educación en todos los niveles, otras con programas de prevención y rehabilitación, estableciendo centros vocacionales y de servicios comunitarios, mejorando la calidad de las familias u ofreciendo hogares a niños desprotegidos o abusados, a madres solteras o a niños huérfanos. Pero todas están motivadas por un mismo sentimiento: el amor. Un amor que nace justamente de la conciencia de saberse hijas amadas de Dios, de entender a plenitud el compromiso del compartir.

En estos momentos de precariedades existenciales, de profundas tribulaciones sociales, de angustia y de temores frente a lo que nos deparará el futuro, nuestro pueblo debe sencillamente asumir la cultura de la generosidad y extender sus brazos solidarios, en sus hogares, en sus centros de trabajo, en sus comunidades, en fin, en toda la nación, y de esta manera, elevando nuestra mirada al Creador de cielo y tierra, depositar nuestra confianza en El, sembrar nuestro presente de esperanzas, sonreír con la certeza de que si aprendemos a convivir, a servir y a compartir para el bien, las bendiciones no se harán esperar. Disfruten pues, del verdadero espíritu de la Navidad y de su auténtica alegría, a través de los testimonios de estas damas bendecidas por Dios. ¡Feliz Navidad!

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