El vía crucis económico familiar: Del diagnóstico a la ruina

El vía crucis económico familiar: Del diagnóstico a la ruina

Imagine por un momento que un diagnóstico médico no solo le anunciara una batalla por su vida, sino también, el comienzo de un naufragio financiero para toda su familia. Esta no es una pesadilla hipotética; es la realidad diaria de miles de familias que dependen de los programas de medicamentos de alto costo. El reciente abandono de esta iniciativa es una condena silenciosa la salud y la vida.

Los programas de medicamentos de alto costo fueron creados como un reconocimiento explícito de que ciertas enfermedades—como el cáncer, la esclerosis múltiple, trasplantes, la hemofilia o enfermedades raras—superan con creces la capacidad económica de cualquier familia promedio. Un solo frasco de medicamento puede costar más que un salario mínimo mensual, y los tratamientos son crónicos.

Con el afán de este gobierno en eliminar lo que funcionaba bien por la sencilla razón de falta de humildad intelectual y de no reconocer que la planificación del gobierno anterior respecto a este programa estaba funcionando, se dejaron abrumar por la ineficiencia y la falta de planificación y ahora sólo vemos los testimonios y la desesperación de pacientes que no aguantan este abandono cruel del Estado en medio de una situación tan dolorosa.

Las consecuencias son múltiples, desde la sobrecarga del sistema público porque los pacientes sin acceso a sus tratamientos terminan en urgencias con complicaciones graves, requiriendo hospitalizaciones prolongadas que son infinitamente más costosas para el sistema que el medicamento preventivo, como también, la pérdida de productividad de personas en edad laboral que se ven incapacitadas para trabajar, no solo el paciente, sino a menudo un familiar que debe abandonar su empleo para dedicarse al cuidado del mismo.

Tanta supuesta evolución humana, para nada, la vida tiene un precio, lo cual genera una angustia indescriptible, donde la lucha no es solo contra la enfermedad, sino contra la burocracia y la indiferencia.

Cuando el Estado se retira soltando en banda a un paciente en situación crítica, la familia se convierte en el único pilar de apoyo. Y ese pilar se resquebraja rápidamente. El impacto económico es un terremoto de múltiples réplicas; se inicia una búsqueda desesperada por conseguir los medicamentos. Se venden bienes, se sacrifican ahorros destinados a la educación o a la vejez, y se recurre a préstamos con altísimos intereses. Las familias se endeudan por décadas.

La enfermedad no solo consume los ingresos, sino que redefine todos los aspectos de la vida. Se recortan gastos en alimentación, luz, agua y transporte. La calidad de vida de todos los miembros de la familia se deteriora. Este abandono estatal ha fomentado un modelo perverso donde la supervivencia depende de la solidaridad comunitaria: rifas, bazares y colectas en redes sociales. Es inaceptable que la salud de las personas dependa de la viralización de su desgracia.

Reconozcan que ha sido un CAMBIO inhumano, el deterioro del sector salud es cada vez más evidente, al igual que la educación. No se trata de que antes todo era perfecto, pero es imperdonable que en vez de mejorar, iniciativas como estas anden en deterioro y la ciudadanía debe de reclamar al respecto, porque hoy puede ser otra persona, pero mañana puede ser cualquiera de nosotros.

¡Resuélvanle a la gente YA!

Más leídas

Publicidad