El vicio de contar muertos

El vicio de contar muertos

TONY PÉREZ
El dengue ha animado otra virulenta batalla mediática por contar muertos a ciegas. Cuando el pico de la enfermedad causada por el mosquito Aedes ha prendido como cada año el bombillo rojo de máxima atención epidemiológica, Gobierno, oposición y otros opinantes se han puesto a la moda con un debate morboso y distante de la precisión estadística.

Los del Gobierno afirman que son 26 los fallecidos a causa de la enfermedad, unos puntitos más que el año pasado para esta misma fecha. Pero sostienen que es menor la cantidad de personas afectadas y, en su intención por aminorar trascendencia al hecho, citan que solo en La Habana se han producido más casos que en toda República Dominicana, pese a que Cuba es referente de buena salud en el mundo.

Los adversarios le imputan a los primeros descuido y ocultamiento de los datos que confirman una grave epidemia. Son mucho más los muertos y superan los 4 mil los enfermos, arguyen en clara intención de restarle popularidad a sus adversarios.

Unos y otros juegan sin embargo a mentir con estadísticas al derivar el foco del problema hacia la bulla mediática efímera y politizada que nada aporta al debate y menos a la solución del problema recurrente del dengue. Ninguno aporta al manejo de una información sobre salud contextualizada y alejada del alarmismo periodístico, pese a que 9 millones de humanos están en riesgo de ser impactados por las enfermedades endémicas y necesitan orientación permanente.

Es un país donde muchos se vuelven piedras, no sobra recordar que los muertos duelen. Pero cuando una persona fallece, salvo el recuerdo de la familia, contarla solo tiene sentido como recolección y análisis de datos que ayuden a plantearnos estrategias para salvar a los vivos. Fuera de ahí es más saludable pensar que el ser humano no es una frecuencia, no es un número frío, es un sujeto con un alto valor cualitativo cuya muerte representa una gran pérdida para la sociedad. Es demasiado caro el precio de una muerte atribuida a la irresponsabilidad social como para pensarla desde la perspectiva de la simple aritmética.

Todos sabemos de los muertos y heridos de Semana Santa; los muertos y heridos de vaguadas, tormentas y huracanes; los muertos y heridos de Navidad; los muchos muertos y heridos de los accidentes de tránsito durante todo el año. Pero despertamos en cada coyuntura para hacer lo mismo; contar y recontar; acusar y recusar, afirmar y negar… Y como telón de fondo: el cementerio para recibir a las víctimas.

No se ven sin embargo planes, programas y proyectos permanentes que gestionen en las personas en riesgo una conciencia preventiva frente a las enfermedades tropicales y otras. Menos para mitigar los daños del gran sismo que han pronosticado los expertos. Se apela a operativos relámpagos que casi siempre terminan en pleitos estériles en los medios de difusión colectiva. Una mirada rápida a la frecuencia de los mensajes educativos colocados enseña que, cuando aparecen, están relegados al papel de rellenos y en espacios y horarios de menor impacto en las audiencias.

Otra será la historia si el Estado, las empresas privadas, los clubes, escuelas, iglesias, las juntas de vecinos y los medios de información ponen en su agenda diaria la prevención porque es más fácil y más barato evitar la enfermedad que curarla. Quitémosle emoción al vicio de contar muertos.

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