Si el propósito del gobierno, haya o no presionado a los medios para impedir la divulgación de un video elaborado por el PRM que desde mucho antes de conocerse su existencia etiquetó como “campaña sucia”, era impedir que la gente lo viera hay que concluir que fracasó en el intento, porque lo cierto es que  las redes sociales, donde no funcionan las presiones de los gobiernos ni las censuras, lo han  divulgado con profusión gracias al irresistible atractivo  de lo prohibido. Sin dejar de decir tampoco que la mayoría de los que lo hemos visto  hemos llegado mas  o menos a la misma conclusión: al prohibirlo le han hecho un gran favor al PRM y su candidato, Luis Abinader, al que han convertido en víctima de la intolerancia y el abuso de poder y, de ñapa, le garantizaron al video de marras el ratting que nunca hubiera  tenido con los diez minutos que contrataron sus promotores en dos de nuestros principales canales de televisión. Porque ahí no aparece nada que no se haya dicho y repetido una y mil veces en los últimos tiempos, desde la relación del gobierno con Odebrech  y Joao Santana hasta la supuesta sobrevaluación en la construcción  de las plantas a carbón de Punta Catalina, y no hay nadie sometido a la justicia por difamación porque lo  repitió por radio y televisión, ni tampoco hay un solo funcionario preso, investigado o sometido a la justicia por  los  supuestos actos de corrupción que ese video presenta.  ¿Qué hubiera cambiado si se permitía que  lo transmitieran? Nada. ¿Quién se hubiera sorprendido de ver en un video lo que hace tiempo sabe gracias al rumor público? Nadie. Por eso estoy convencido de que su divulgación  hubiera pasado sin pena ni gloria, que no le hubiera quitado al PLD y su candidato-Presidente (y viceversa) ni un solo voto,  pues al fin y al cabo hemos terminado aceptando los desmanes de nuestros políticos con la resignada  pasividad de quien ve llover y sabe que lo único que puede hacer es dejar que el aguacero caiga.